Mujeres

Mujeres: Elvira Martín

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Texto: Cristina Pineda

Hace frío. Llueve. Al salir del metro veo decenas de rosas dispersas en la base de la escultura en memoria de los abogados de Atocha. Un homenaje a nuestra historia. Coronas de rosas recorriendo los abrazos de los abogados. Pienso en que la Historia no debería repetirse, pero lo hace porque es recurrente y, pese a dividirse en periodos, es siempre la misma. La historia es de quienes la cuentan y de quienes plasman su punto de vista en los libros.

Voy a visitar a Elvira Martín, responsable de la librería de La Fábrica, con mi compañera de fatigas editoriales Marina Sanmartín. Si no fuera por los libreros, la historia dejaría de contarse y entonces sólo quedarían los estudios de los eruditos de antaño. La Historia necesita moverse en círculos concéntricos, propagarse como la lluvia.

Estamos tomando un té cuando aparece como un haz de luz Elvira. Me advierte de ello Marina, pero cuando me giro sólo alcanzo a verla de espaldas. Me fijo en que es alta y en que lleva el pelo recogido con unas horquillas. También en que se mueve lentamente. Viste de negro. Cómo será su rostro. Cómo será su voz. Qué pesa más en una librera: la voz con la que te prescribe el libro necesario para curar vete tú a saber qué «enfermedad mental»; la sonrisa que te dedica mientras te cuenta la trama o las manos con las que coge de los anaqueles el ejemplar ya convertido en oscuro objeto del deseo.

Cuando por fin la veo de frente, tras haber bajado las escaleras que nos conducen al espacio que ella controla, observo su sonrisa abierta. Me dejo llevar por su deje de algún lugar del Sur. Le pregunto cuáles son sus orígenes porque tiene un modo de hablar reposado y peculiar, invita a quedarte en la librería. No es una voz nasal, ni su tono es lánguido, sino más bien salpicado de rugosidades y con un acento muy característico que me confirma que es de Málaga. Parece una librera feliz cuando nos habla de su selección de libros colocados en la mesa de novedades o mirándonos de frente en las estanterías como soldados en son de paz.

¿Qué es lo que lleva a alguien a ser librera? ¿Por qué un libro y no otro? ¿Cuáles son los criterios que mueven al librero a elegir un lomo antes que otro? ¿El canto de un color y no otro? Descartes y franquezas, parece un título de Benedetti.

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La librería de La Fábrica es amplia. Comienza donde acaba un tramo de escaleras, por las que descendemos como si fuéramos Isabel la Católica. Ahí nos espera un muro, una pared blanca que hace las veces de lienzo donde se exhiben fotografías. Nos parece una idea estupenda.

Primero se accede a una sala donde prima la fotografía y luego está la dedicada a la ficción, que da paso a un espacio diáfano donde se hacen tertulias, presentaciones de libros, llena de mesas movibles y plegables, funcionales. Una librería tiene que ser, ante todo, funcional, me digo. Y que el librero al timón sepa de libros, de géneros, de letras. El lector busca en el librero a un amigo y Elvira lo parece, no debe ser casual su licenciatura en Historia del Arte; más tarde nos contará que es Experta Universitaria en Arte Contemporáneo e Ideas Estéticas. El orden prima en este pasillo de libros donde me quedaría a dejar pasar el tiempo, para que la vida transcurriera, mientras, paralela en las fotografías.

Y aquí me paro, para cederle la palabra a Elvira:

«Empecé a trabajar como librera el 7 de marzo de 2006, es decir hace ya casi 11 años. Al principio, no sabía nada del mundo del libro, solo era una lectora más en busca de trabajo. Durante mi primera experiencia como librera, que duró 6 años y medio, aprendí muchisimo. Luego tuve otras y finalmente, con la crisis del sector y en paro, tuve que abandonar mi ciudad para encontrar un trabajo fuera, y así acabé en Madrid. Conocía La Fábrica por sus libros, ya que siempre he sido la encargada de secciones como arte, fotografía, arquitectura, diseño… Los libros de La Fábrica me encantaban, siempre los compraba y se los regalaba a un amigo fotógrafo. Él dice que me contrataron aquí por el karma (para recompensar todo lo gastado).

Cuando llegué a Madrid, empecé a dejar currículums. Tenía mucho miedo de dejarlo en La Fábrica, porque si no me llamaban iba a ser una gran desilusión, pero una tarde que paseaba decidí entrar y dejarlo en mano, con la suerte de que se lo di a la directora del espacio (La Fábrica, es además de librería, tienda y galería) y me llamó inmediatamente para hacer una sustitución, y a partir de ahí, aquí estoy desde el 1 de abril de 2014.

Soy la responsable de librería, es decir, que me encargo de todo lo que tiene que ver con los libros, me encargo de proveer nuestras estanterías, de elegir todos y cada uno de los títulos, de hablar con las distribuidoras, de la gestión del stock, etc. La verdad es que supone todo un reto, ya que La Fábrica no es una librería al uso, estamos especializados en fotografía, eso implica que debo encontrar todos los títulos interesantes que hay en el mercado y casi todo es internacional. Además trabajamos mucho la autoedición que supone una gestión bastante minuciosa. Paso mucho tiempo buscando y seleccionado títulos para que tengamos lo mejor de lo mejor.

Pero en La Fábrica no solo tenemos libros de fotografía, sino que también tenemos secciones de arte, arquitectura, diseño, cine y por supuesto narrativa y novela gráfica e incluso infantil. Intento que todos los libros que selecciono sean acordes con nosotros, damos mucha importancia a la originalidad, la estética cuidada y a los libros que se salen de la norma de lo comercial puro y duro. Son libros elegidos siempre con mucha dedicación y mimo».

CUESTIONARIO TIPPI

¿Cuál es tu primer recuerdo? Mi madre cambiándome unos pañales, recuerdo que sus manos sujetaban mis pies y estaban frías, mientras me hacía carantoñas.

¿Cuál es el rasgo de tu carácter que más deploras? Que soy muy transparente, soy incapaz de fingir que algo no me gusta, se me nota en la cara, lo suelto a la primera y eso me genera situaciones de mucha tensión, como es normal. Me gustaría poder controlar eso un poco, no convertirme en lo que no soy, pero si ser más neutra.

¿Cuál es el rasgo que más deploras en el carácter de los demás? No me gusta la gente que miente, los trepas, los hipócritas, es algo que me molesta muchísimo, me parecen actitudes de los más egoístas y me ponen de muy mal humor.

¿Cuál ha sido el momento más embarazoso de tu carrera? ¿Y el más bonito? Embarazosos he tenido muchos, pero normalmente terminas riéndote, suelen ser confusiones con algún cliente o algo así. Paso mucha vergüenza cuando confundo a un cliente con otro, entregándole un libro que me ha pedido otro y cosas así. El más bonito, recién empezada mi carrera de librera, un cliente me pidió La Espuma de los días de Boris Vian, lo llevé hacía el libro y vi que solo quedaba uno, se me cambió la cara y me preguntó que qué pasaba, le dije que nada que lo quería comprar yo, pero que ya lo pediríamos, porque ya lo había leído. En ese momento, me llamaron para ayudar en caja y dejé al cliente paseando por las estanterías, cuando llegó a la caja, le cobré el libro y me lo pidió para regalo, se lo envolví lo mejor que pude, se lo metí en una bolsa y se lo di; acto seguido, él me lo entregó a mi. No había nada sentimental, ni romántico en ese acto, simplemente generosidad.

¿Cuál es tu posesión más querida? Una medallita de plata de la Virgen de Guadalupe de México comprada allí, no soy creyente, pero la persona que me la regaló es muy importante para mi.

¿Dónde te gustaría vivir? En Madrid estoy muy bien, no lo puedo negar, pero como en Málaga en ningún sitio, lo siento, la playa es la playa.

¿Qué es lo que menos te gusta de tu físico? No hay nada en particular que me quite el sueño, la verdad es que de eso paso bastante

¿Cuál es tu olor favorito? Me encanta cuando encuentro el olor de mi pareja en la almohada las noches que duermo sola porque está trabajando fuera o lo que sea. Es como una sorpresa agradable.

¿Cuál es tu palabra favorita? Me gustan mucho, muchísimo los tacos, me hacen mucha gracia, pero no es plan de ponerme a escribir ninguno ahora mismo. Así que imagino que «mar», adoro el mar.

¿Qué disfraz elegirías para Carnaval? Nunca me disfrazo para carnaval, pero si que lo hago en agosto, para el Canela Party, un festival de concierto que organizan mis amigos en Málaga en el que hay que ir disfrazados. Me da igual de qué ir, pero me encanta que lo haya hecho yo misma con mi máquina de coser.

¿Qué es lo peor que te han dicho nunca? «Tu no». Creo que es lo peor del mundo, una exclusión por la “razón” que sea, es horrible.

¿Es mejor dar o recibir? Me gusta recibir, pero cuando doy me siento fenomenal. Me encanta ese momento en el que entregas un regalo y la persona lo está abriendo.

¿Qué les debes a tus padres? Imagino que todo, como todo el mundo. Pero me encanta que nos hayan educado, a mi y a mis hermanos, para que principalmente seamos buenas personas.

¿A quién te gustaría pedirle perdón y por qué? Creo que ahora mismo no tengo cuentas pendientes. Suelo pedir perdón al momento, cuando soy capaz de ver que me he equivocado. No me gusta dejar asuntos sin resolver.

¿Cuál ha sido el beso de tu vida? El primer beso, que fue en la mejilla, de mi actual pareja. Lo cambió todo.

¿Cuál ha sido tu mayor decepción? No se, pero me decepciona muchísimo cuando un amigo se porta mal con otro y cosas de ese estilo.

Si pudieras editar el pasado, ¿qué cambiarías? Iría más rápido en unas cosas y más lenta en otras

Si pudieras viajar en el tiempo, ¿dónde irías? Al Versalles de María Antonieta o al París de Picasso, Modigliani…

¿Cuándo has estado más cerca de la muerte? A los 9 años tuve peritonitis, me operaron justo cuando ya casi estaba a punto de no contarlo.

¿Una sola cosa que mejoraría tu vida? Uy, se me ocurren miles, esto es como pensar si te tocará la lotería qué harías… pues imagina.

¿Cuál es la lección más importante que te ha enseñado la vida? Yo soy de volver a tropezar mil veces en el mismo sitio, así que…

Recomiéndanos un libro divertido. Yo me divierto mucho leyendo las novelas gráficas de Peter Bagge, sobre todo Odio, mis favoritas sin duda.

Mujeres: Cristina Franco

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Foto: Diego Barriuso / Texto: Marina Sanmartín

Mi amiga Cris nunca se da importancia. El día en que nos conocimos llevaba el pelo recogido y unas calzas a franjas horizontales, rojas y negras. Aún no habíamos cumplido los treinta. Fue hace diez años, en la librería de Fnac Callao, una mañana de octubre en la que a los veteranos, entre los que yo me incluía, nos presentaron a los recién llegados, que nos miraron con desconfianza y cierta sensación de haber sido abducidos. De pie en el medio de uno de los círculos amarillos que salpicaban y todavía salpican la moqueta, Cris y yo nos saludamos y me la llevé conmigo a la zona de bolsillo, oculta al fondo de la cuarta planta, un refugio en el que, rodeadas de Compactos, clásicos de Cátedra y novelas de género ya pasadas, con portadas brillantes y títulos en relieve, aprendimos muchas cosas, algunas relacionadas con los libros y otras no; y entablamos una amistad que todavía dura, porque somos muy diferentes y conocerse es un aprendizaje que puede resultar infinito.

Los datos objetivos son fáciles de obtener: Cris es de Bilbao, se licenció en periodismo en Salamanca y se vino a Madrid para vivir una odisea que incluyó el trabajo en una perfumería, la figuración en series de televisión, donde lo que importaba era pasar desapercibido, y el aterrizaje en la Fnac. Allí, prácticamente sin darse cuenta, empezó una carrera profesional empinada como las etapas de montaña de la vuelta ciclista, que nunca veo.

De librera «rasa» pasó a jefa de planta, y de jefa de planta a responsable de la librería de Fnac La Gavia. Cuando llegó a Vallecas, por el camino, había hurgado hasta en el último resquicio del mundo del libro, se las sabía todas, había aprendido a gestionar equipos y terminado el mejor máster de edición. Había leído muchísimas cosas. No se me olvida que ella fue quien me descubrió a Oliver Adam y los relatos de Pasar el invierno, nuestras conversaciones sobre el «hipsterismo» o la sobredosis de lucidez con la que a menudo compensa mi extrema visceralidad de pirada que se cree protagonista de una película. También hubo una época en la que hablamos de las ballenas y desarrollamos por ósmosis una fascinación casi enfermiza hacia Leviatán y Moby Dick; y unas semanas durante las que, colocando Humanidades, nos interesamos por El infierno de los jemeres rojos y la dictadura de Corea del Norte.

Hemos celebrado juntas varias nocheviejas y competido contra los chicos de nuestro grupo por reconocer a los escritores de las postales de Penguin, inmortalizados para siempre en One Hundred Writers in One Box.

Y el pasado mes de mayo, Cris asumió el reto de dirigir Pasajes, una de las librerías más emblemáticas de Madrid.

Vuelvo al principio: diez años nos separan de aquel primer día en el círculo amarillo y, mientras leo las respuestas de Cris al cuestionario Tippi, confirmo que todavía encierra bajo llave un montón de secretos. Ese es precisamente uno de sus mayores atractivos, el de ser una mujer reservada y fuerte, capaz de desafiar su pragmatismo con tal de ser feliz. La admiro por ello y pienso en sus gafas, en su pelo rizado, en cómo le gusta pintarse los labios… y también en las calzas rojas y negras; un punto brillante en mi memoria. Para siempre.

CUESTIONARIO TIPPI

¿Cuál es tu primer recuerdo? Difícil. La mayoría de recuerdos no son recuerdos, sino que son historias de infancia que me han contado y que yo he convertido en recuerdos. Pero una vez me perdí en la playa como con 6 años y cada vez que esa imagen me vuelve, recuerdo el terror que sentí.

¿Cuál es el rasgo de tu carácter que más deploras? Que soy muy cobarde y muy voluble. Y que me importa demasiado lo que los demás opinan sobre mí.

¿Cuál es el rasgo que más deploras en el carácter de los demás? La soberbia.

¿Cuál ha sido el momento más embarazoso de tu carrera? ¿Y el más bonito? Protagonizo momentos embarazosos a diario. Afortunadamente, la naturaleza es sabia y me ha dotado de una estupenda memoria de pez que me permite no vivir escondida bajo tierra y volver cada día a mi trabajo.

¿Cuál es tu posesión más querida? Un marcapáginas. Lo tengo desde los 11 0 12 años más o menos. Una vez lo perdí y después de darle vueltas llegué a la conclusión de que había acabado en la basura, así que bajé, rebusque entre las bolsas del contenedor, encontré mi bolsa, la abrí y hurgué hasta que di con él. Ahora tiene unas manchas de grasa que no se han ido, pero sigue conmigo.

¿Dónde te gustaría vivir? En el norte, en un pueblo, o en una ciudad más asequible que Madrid, cerca de mi familia.

¿Qué es lo que menos te gusta de tu físico? A ver… ¿Por dónde empiezo?

¿Cuál es tu olor favorito? El olor a Natillas, si son industriales, mejor.

¿Cuál es tu palabra favorita? Muchas, pero no tengo en cuenta su significado, me gustan por su sonoridad: concupiscencia, carraca, barraca, muñeira… y me gustan mucho las palabras esdrújulas: cáspita, recórcholis, repámpanos… me recuerdan a mis lecturas infantiles.

¿Qué disfraz elegirías para Carnaval? No me gusta disfrazarme (o eso suelo decir), pero me disfrazaría de algo absurdo, de bolsa de patatas fritas, por ejemplo.

¿Qué es lo peor que te han dicho nunca? Que me alejé.

¿Es mejor dar o recibir? Es mejor recibir, pero me siento mejor cuando doy.

¿Qué les debes a tus padres? Todo, absolutamente todo. La libertad para elegir lo que quería ser, cuando quisiese serlo donde me apeteciese serlo. Para mi es imposible imaginar mi vida sin ellos.

¿A quién te gustaría pedirle perdón y por qué? Pues no lo sé, creo que no tengo cuentas pendientes. Antes era más orgullosa y me costaba pedir perdón, creo que cada vez me resulta más fácil. He asumido que me equivoco constantemente y que si con mis equivocaciones hago daño, tengo que pedir perdón.

¿Cuál ha sido el beso de tu vida? Esto suena moñas, pero cada día recibo el beso de mi vida, el que me da fuerzas para superar el día. Y tengo mucha suerte, la verdad.

¿Cuál ha sido tu mayor decepción? Imagino que yo misma a ratos.

Si pudieras editar el pasado, ¿qué cambiarías? No lo sé. Cada día me despierto pensando en algo diferente que cambiaría del pasado y algo diferente que voy a hacer para cambiar el futuro. Ya te he dicho que soy muy voluble.

Si pudieras viajar en el tiempo, ¿dónde irías? Al París bohemio de los años 20 y 30.

¿Cuándo has estado más cerca de la muerte? Creo que he mantenido a la muerte a distancia hasta ahora, pero tengo un par de amigos que no están de acuerdo conmigo: una dice que me salvó de morir atropellada por un tranvía en Lisboa. El otro, de morir en un incendio provocado por una pasta al fuego en mitad de la noche.

¿Una sola cosa que mejoraría tu vida? Tiempo

¿Cuál es la lección más importante que te ha enseñado la vida? Nunca he sido muy buena alumna, así que si la vida ha intentado enseñarme alguna lección debía estar distraída.

Recomiéndanos un libro divertido. Recuerdo uno de los hermanos Marx que leí hace muchos años: Groucho & Chico, abogados.

 

 

 

 

Mujeres: Estefanía González

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Estefanía. Una mujer morena, con los rasgos profundamente marcados, ojos negros, piel blanca, melena prerrafaelista. De una belleza inconmensurable. Estefanía González es poeta y codirige la Librería de Bolsillo. En unos meses, además, tendrá lista una novela para un nuevo sello editorial que rastreó, buscó y la encontró a ella.
Cuando quedamos para charlar en Oviedo, adonde se trasladó desde Gijón, donde se encuentra la librería, me sorprendió su altura. No sólo física, ni siquiera intelectual, sino también emocional. Me sobrepasaron su mirada tan limpia, su voz rotunda, sus gestos algo rudos y muy femeninos. Me mostró Oviedo como la mejor de las guías y enseguida quedé atrapada por sus palabras infinitas, su relato: el de la vida de una trabajadora, apasionada de la literatura, librera, madre, poeta y, por supuesto, una gran mujer. No sabía nada de su vida privada y cuando empieza a esbozarla me sobrecoge su historia que, por supuesto, no voy a contar. Una de las pocas autoras que no ha hecho apología de su dolor. Su sonrisa es tan franca y su risa tan profunda que nadie adivinaría que hay todo un abismo en su interior.

Es hermosa. Antes de sentarnos en medio de una plaza de colores a proseguir la charla, me habla delante de la estatua de la Regenta de las dificultades de llevar una librería en estos tiempos tan desafortunados para la lírica y para casi todo. Pero es tal su entusiasmo que cualquiera diría que ser librera consorte, o simplemente librera, es tarea ardua.

Recojo sus palabras en una red. Todas con sus destellos, su intensidad, un fulgor del que es difícil escapar:

«Estamos en Gijón, Asturias, a unos doscientos metros del mar y a veces, en invierno, nos parece oírlo rugir. En verano llega hasta nosotros el olor a crema protectora. A menudo, el del salitre. Siempre, los chillidos más o menos nerviosos de las gaviotas.

»En la zona hay  unos cuantos bares decentes y nos gusta su compañía. Cerramos tarde y a veces tenemos presentaciones o actividades que terminamos ofreciendo un poco de vino y algo que picotear.

»Hay en la librería una pequeña trastienda en que organizamos algunos talleres de lectura, de escritura, de filosofía, de música…. Desde hace unos meses colaboramos con la Escuela de letras de Gijón, que pretende convertirse en un referente de la enseñanza de escritura creativa en Asturias con la oferta permanente de una serie de cursos y la visita puntual de escritores y profesores para seminarios breves. Las clases tienen lugar en la librería y nos encanta participar en este proyecto de dinamización cultural y fomento de la creación literaria.

»Solemos poner jazz bajito, lo suficiente para crear ambiente y recogimiento sin molestar. También la luz es agradable. Y hasta alguna silla hay para que los lectores tengan menos, aún menos prisa.

»Aunque comenzamos con un importante fondo de libros de bolsillo, vemos (quién mejor que los libreros) que la mentada crisis ha afectado, en primer lugar, al libro de bolsillo. De todos modos, desde el principio fuimos orientándonos y cada vez más hacia editoriales independientes (época de eclosión, esta). Tenemos bastante ensayo, también, así como historia, periodismo y divulgación científica al lado de los géneros narrativos tradicionales».

De Estefanía escribió Juan Gallo en el prólogo de su poemario Raíz encencida que posee “una naturaleza entregada». Lauren García, autor de una reseña para el diario La Nueva España, escribió que “hay algo en su poesía que invita a la pasión descentrada, al fuego inherente a la existencia” y citó algunos de sus versos:

Deshacerse en el mundo

como el rojo más grave.

Es cierto que sus palabras, incluso desenhebradas, invitan a la pasión porque todo lo que rodea su figura es de una intensidad volcánica. Su mirada telúrica acompaña su discurso y su ilusión cuando habla de esa próxima novela cuyo argumento me desvela con sus grandes dotes de oradora.

Tiene una inmensa fuerza que algún día desembocará en esa primera novela que verá la luz las navidades del 2016. Antes, nos tendremos que conformar con las respuestas al cuestionario Tippi.

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  • ¿Cuál es tu primer recuerdo? Hacía una bola de pan humedecido con agua en el fregadero antiguo de la cocina de mis abuelos. Por la ventana, a la vez, veía en la noche, al fondo de un camino curvo en un bosque, una casita de varios tejados, una casita de cuento. Lo curioso es que no había camino, bosque ni casita, pero es mi primer recuerdo.
  • ¿Cuál es el rasgo de tu carácter que más deploras? La dispersión.
  • ¿Cuál es el rasgo que más deploras en los demás? La superficialidad.
  • ¿Qué es lo que más te gusta de tu carácter? La capacidad de maravillarme.
  • ¿Cuál ha sido el momento más embarazoso de tu carrera? Mi carrera es discreta, no hay embarazos en ella. Por el contrario, la vergüenza ajena es un sentimiento muy familiar. Demasiado a menudo me sonrojo de vergüenza ajena.
  • ¿Cuál es tu posesión más querida? Nada. No amo objetos. Ni hago ni me hacen regalos. Además, todo lo compro de baratillo.
  • ¿Dónde te gustaría vivir? En una loma verde desde donde pudiera tender la mirada y no ver huellas humanas. Una casa luminosa que no tuviera que limpiar. Sin luz eléctrica.
  • ¿Qué es lo que menos te gusta de tu físico? Eso de que cambie tanto. Tan pronto me reconozco como veo ante mi una extraña. Y unos pliegues que se han formado de un tiempo a esta parte a los lados de mi boca.
  • ¿Cuál es tu olor favorito? Manzanas asadas, madera, chimenea, tierra negra. También los eucalipos llegando al mar. A veces creo que ya no existen esos olores.
  • ¿Cuál es tu palabra favorita? Noruega. Pero dicho así como con asco y desprecio. Noruagah. O Cielo, pero dicho como deshaciéndote de dulzura.

  • ¿Qué disfraz elegirías para Carnaval? Uno con drapeados, piedras preciosas y tiara, todo auténtico.
  • ¿Qué es lo peor que te han dicho nunca? Que me he pasado. Que no he calculado bien.
  • ¿Es mejor dar o recibir? Quien da, recibe. Es más, no se puede recibir sin dar.
  • ¿Qué les debes a tus padres? Todo: una infancia feliz y segura, fuente que no deja de manar. Mi mayor riqueza, ya ves, no es un objeto.
  • ¿A quién te gustaría pedirle perdón y por qué? No me guardo los perdones. Me gusta pedir perdón.

  • ¿Cuál ha sido el beso de tu vida? Uno de niños que se besan jugando. Juegos sofisticadísimos de los niños.
  • ¿Cuál ha sido tu mayor decepción? Siempre he tenido ambición difusa de algo excepcional y grandioso. Mi decepción es, por tanto, también difusa y vaga, innumerable. Algo de la vida, que no alcanza, que no alcanza…
  • Si pudieras editar el pasado, ¿qué cambiarías? Solo por las consecuencias puedo arrepentirme de una decisión, y no soy adivina. No podía prever esas consecuencias y no, no puedo acusarme de malas intenciones. Supongo, por tanto, que cometería los mismos errores, si se pueden llamar así, eternamente. Ah, pero no preguntabas por el arrepentimiento, sino por la posibilidad de cambiar el pasado desde el presente, ¿verdad? De acuerdo, diré algo concreto: trabajaría más. Menos disipación y más trabajo.
  • Si pudieras viajar en el tiempo, ¿dónde irías? ¿Viajar una sola vez o viajar a voluntad siempre que lo deseara? Eso sería lo mejor: arriba y abajo de la propia vida por el espacio-tiempo. Volver a aquel día o a aquel otro. Ganas de verano o de invierno, de amor o risas, de precipio o desierto.
  • ¿Cuándo has estado más cerca de la muerte? No dejo de morir. Ni de nacer. Pero, si debo una respuesta literal, no lo sé. Siempre que me acerco a un sitio alto pienso que un loco viene por detrás y me empuja. Quién sabe si alguno se ha contenido detrás de mí y mi vida se ha salvado por un pelo, quién sabe cuántas veces, quizá cientos.
  • Una sola cosa que mejoraría tu vida. Ahora mismo pediría dinero.
  • ¿Cuál es la lección más importante que te ha enseñado la vida? Renuncia al vértigo de lo no realizado. Aceptación de lo obrado. O sea, cómo crecer. Lo malo es que lo olvido constantemente.
  • Cuéntanos algo divertido. De joven pensaba que los adultos eran aburridos porque habían encontrado la paz, porque ya no tenían conflictos, porque eran sabios. ¿No es divertido?

Por supuesto que lo es.

 

Mujeres: Cristina Serrano

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Tiene unos ojos azules del tamaño de dos soles, una piel blanca como la nieve y el pelo negro como el azabache. Me espera en «su cuarto propio», en un lugar de la Mancha, sentada en medio de un espacio diáfano en el que se respira tranquilidad, apenas roto el silencio por el rumor de los libros y de algunas fotografías del espacio de encuadernación con el que comparte local.

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Camino de Ciudad Real, atravieso un campo de amapolas bajo un sol sin artificio que irradia una luminosidad inusitada: los prados están verdes, los árboles cubren el paisaje con sus copas y el follaje no me deja ver el bosque. Durante el viaje, imagino a Cristina, librera, como una mujer inquieta. Me dejo llevar por las múltiples actividades que abarca: imparte talleres, un curso los miércoles en la Biblioteca, y los sábados en Madrid, en la escuela Cueva del Reloj. Es una librera poliédrica.

Cuando llego a la ciudad, la claridad me ciega. Entro en el espacio donde comparte «cuarto propio» con una galería de arte. Un cartel indica su lugar, aparte de una mesa con novedades y unas baldas con una selección de libros muy cuidada.

Cristina es alta y delgada como la luna y con unos ojos donde puedes hacerte a la mar. No sabes si mirar, escuchar o apuntar en la libreta mientras habla. Me hubiera gustado hacer las tres cosas a la vez, pero nadie me ha enseñado a ser Dios todavía. Sin embargo, ella me cuenta su asombroso despliegue creativo ante el que expreso mi rendida admiración. Enseña a escribir porque lee y además guarda varios secretos en el arcón, porque confiesa en algún momento de nuestra charla que ha escrito un libro que estará en las librerías más pronto que tarde: «Un proyecto hermoso», afirma.

Habla con nostalgia de su «cuarto propio», abierto en 2009 y que tuvo que cerrar para reabrir en un espacio compartido. Entre sus palabras se descuelga un poco de melancolía por aquella época en solitario.

Sin embargo, no se rinde. En medio de un recorrido por la ciudad, lleno de sol, calor, cañas, tapas y café muestra su inagotable energía y las ganas de seguir luchando por ese cuarto que antes fue suyo, por sus talleres y por las personas a las que atrae con su sosiego y saber hacer. Está entusiasmada con la visita de Enrique Redel y Pilar Adón, que han accedido amablemente a participar en un taller de lectura que celebrará al día siguiente, domingo.

«Es difícil convocar a los autores y editores, pero cuando vienen, la afluencia de público supera cualquier expectativa y el resultado es increíblemente satisfactorio».

El cuestionario vino antes de conocerla. Durante nuestra jornada manchega bajo el sol no dejo de preguntarme «qué hace una chica como ella en un sitio como ese». Claro, que no podría ser de otro modo, parece que la ciudad la necesita con su halo de duende, llevando vida y cultura allí donde se desplaza, pizpireta, templada.11087528_10204247647807590_2044877439_o

Estas fueron sus respuestas al cuestionario  The Guardian http://www.theguardian.com/lifeandstyle/2014/feb/14/tippi-hedren-interview).

¿Cuál es tu primer recuerdo?

El patio de la casa de un pueblo manchego (Corral de Calatrava) en el que pasé los veranos de mi infancia.

¿Cuál es el rasgo de tu carácter que más deploras?

Mi incapacidad para hablar de mis emociones si la herida es muy grande. El maldito bloqueo.

¿Cuál es el rasgo que más deploras en los demás?

La mentira

¿Qué es lo que más te gusta de tu carácter?

El coraje y la generosidad

¿Cuál ha sido el momento más embarazoso de tu carrera?

Recuerdo algún momento incómodo, pero por ahora nada importante.

¿Cuál es tu posesión más querida?

La persona a la que más quiero es a mi hermana Rosa. Por supuesto, no es una posesión. Si hablamos de “cosas” ,sin duda, mis cuadernos.

¿Dónde te gustaría vivir?

En un piso céntrico, con mucha luz, silencio, calma, terraza, y en cualquier ciudad que acoja mi librería con cariño y que disfrute con mis libros. No he encontrado todavía mi lugar.

¿Qué es lo que menos te gusta de tu físico?

Mis uñas mordidas y una cicatriz que implica malos recuerdos.

¿Cuál es tu olor favorito?

Hay varios: el olor de las flores mientras paseo por el campo, el olor del pan que hago en casa, con jengibre y cardamomo, el de la tierra mojada cuando llueve en verano.

¿Cuál es tu palabra favorita?

Efímero

¿Qué disfraz elegirías para Carnaval?

No me gusta el carnaval…

¿Qué es lo peor que te han dicho nunca?

Tienes la culpa

¿Es mejor dar o recibir?

Recibir, por supuesto 😉

¿Qué les debes a tus padres?

Estar aquí

¿A quién te gustaría pedirle perdón y por qué?

No debo ningún perdón, están todos entregados.

¿Cuál ha sido el beso de tu vida?

Uno que no di, a mi padre, momentos antes de fallecer.

¿Cuál ha sido tu mayor decepción?

No te decepcionan los hechos sino las personas. De algunas no espero nada, por ello no me decepcionarán jamás. Lo peor es cuando se aprovecha la vulnerabilidad, consecuencia del amor, o la debilidad generada por un mal momento… Duele cuando alguien a quién quieres y a quién tiendes tu mano, la muerde.

Si pudieras editar el pasado, ¿qué cambiarías?

Nada

Si pudieras viajar en el tiempo, ¿dónde irías?

Me gustaría dar algunos saltos y poder mantener conversaciones con mis escritoras favoritas. Poder hablar con Virginia Woolf, con Anaïs Nin, Unica Zürn, Carmen M. Gaite, Mary Shelley…

¿Cuándo has estado más cerca de la muerte?

En abril del 2004, en Senegal.

¿Una sola cosa que mejoraría tu vida?

Menos esfuerzo para sacar adelante Un Cuarto Propio consecuencia de un buen equipo de personas entusiastas que compartan mi filosofía de vida.

¿Cuál es la lección más importante que te ha enseñado la vida?

Que somos frágiles, que podemos desaparecer en cualquier momento y por ello el tiempo que nos queda hemos de dedicarlo a hacer aquello que más felices nos hace. Uno debe inventar su propia forma de vida, jamás permitir que otros se la impongan.

Cuéntanos algo divertido

Con… unos once años, me puse las deportivas al revés sin darme cuenta y cuando llegué al colegio y los niños se rieron les expliqué una historia… “era conveniente cambiarse los zapatos de vez en cuando para que el pie no se acostumbre a pisar de la misma manera. Yo había observado que no pisaba bien y lo había hecho de forma consciente para corregir mis pasos”…

Todos me creyeron. Quizá alguno se ha puesto los zapatos al revés después. Tuve que inventar una buena historia para no hacer el ridículo.

Acabada la entrevista, la charla, el paseo, el encuentro… nos emplazamos a otro ya en Madrid, con asfalto y sin amapolas y juego en mi cabeza con la idea de embarcarme con ella en algún proyecto hermoso.

 Mujeres: Natalia Zarco

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Empezamos este viaje al corazón de Natalia Zarco por el final. A veces los relatos se escriben mejor desde el desenlace y son capaces de corregir el inicio.

El nudo, os aviso, parece la trama de una novela.

Ella da para mucho, es un lujo para mí tenerla como entrevistada. Además, hemos elegido un día de lo más madrileño y primaveral. Un sol de lo más vívido luce en sus ojos de agua de mar. En sus ojos zarcos. La imagino como la Brezo de Belén Gopegui en La escala de los mapas. Es lo único que escribiré de ese comienzo.

Me sumerjo en la boca del metro de Lavapiés. Elijo la que yo conocí hace veinte años. Poco antes recorro el malecón de Argumosa, con sus terracitas y gente diversa charlando y moviendo los brazos como pájaros al sol. La Cafetería Amanda me recuerda que el pasado ya no existe, pero es bonito revisitarlo a veces para saber interpretar el presente con nuevas claves. La cafetería está muy cercana a la galería donde acabo de dejar a Natalia en su bosque de zarzales. Una instalación de Álvaro Perdices. Es verdinegra y me dan ganas de perderme entre los matojos. La galería tiene nombre de cuento: Casa sin fin. Hay una enorme C roja en la fachada. Como la franja roja de los libros de Periférica, la editorial independiente de Julián Rodríguez, además director artístico de la galería. Me enseña su lugar de trabajo. Veo sobres burbuja color arena oscura. Imagino que serán envíos de la editorial. Antes, Natalia abre la puerta de la galería en la calle Doctor Fourquet, colindante con la librería Cave Canem. “¿La conoces?”, pregunta. “Sí”, contesto con el apremio de tener que salir corriendo. Recién leo que echa el cierre.

Antes hemos bajado por la cuesta, atravesando un tramo de Santa Isabel. Hemos comido en Gantz, en un restaurante que desconocía donde hay un sofá azul a juego con el color de sus ojos. Qué casualidad. Azul petróleo; azul agua marina, sus ojos. Por el camino hemos hablado de la importancia de vivir en las alturas, las cosas se ven con otra perspectiva.

Durante la comida, hemos charlado de tantas cosas. Hace una semana ya de un encuentro que se resistía a darse.

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Inciso número 1: voy a alterar el orden de la narración respetando el de los acontecimientos

Allí me cuenta que trabajó diez años en la librería Galatea, de Cambrils, pero que desde septiembre está en Madrid, en Periférica y Casa sin fin. Está todo lo contenta que puede estar alguien cuando empieza un nuevo proyecto. Ella además ha dejado atrás su casa y al mar. En Barcelona también impartía clases de posgrado en la UB en la Escola de Llibreters. Una persona con su oficio tendrá muchas cosas que enseñar.

¿Qué pasa con las librerías? ¿Y con las editoriales? Natalia piensa que hubo un boom de editoriales, un estallido que ha causado una nube tóxica. Hay editoriales que no tienen ni colocación ni ventas. Sigue habiendo sobre producción, aunque la bajada de ventas de los últimos años ha puesto muchas cosas en su sitio. Recuerda la fila interminable de comerciales y las cajas de devoluciones. Creo que como librero es muy difícil sobrevivir a tamaño despropósito. Qué decir de las editoriales.

Gesticulando, con la mirada más que con ninguna otra parte de su cuerpo me cuenta que lo bonito de estar en la galería es que “no he abandonado el mundo del libro. Sigo en contacto con los libreros, con el proceso del libro y a la vez aprendo cómo funciona un museo, cómo se monta una exposición”. Y prosigue con su entusiasmo al hablar del editor y galerista Julián Rodríguez: “Me parece un gran privilegio trabajar con él. Es muy inteligente. Aprendo mucho de él y con él cada día. Eso es lo más fascinante. Cuando tú montas una exposición, cuando trabajas en un proyecto, tienes que ser tú el que más sabe. Siempre estamos actualizándonos. Tengo ganas de aprender. Me alegra no haber perdido la curiosidad”.

Poco a poco nos adentramos en el cuestionario Tippi. Mientras la escucho, transcribo sus respuestas en mi folio en blanco y pongo imágenes a sus palabras. Me pierdo la expresión de sus ojos. Sería una gran actriz. En una profesión donde lo impagable es emocionar al público sin apenas mover una pestaña, ella sería la reina. Sus ojos lo dicen todo; se mueven en todas direcciones y además son hermosos. Y su expresión que refleja su amor por los libros y el arte. También es la librera misántropa. Su página de Facebook cuenta con más de 5000 seguidores www.facebook.com/pages/La-Librera-Misántropa

Por cierto, que la librera misántropa sirvió de modelo a Sara Morante para su ilustración de cubierta de nuestra Isabel I de Castilla. Cuando Natalia alza el rostro es igual que Isabel coronándose. Nos reímos.

El cuestionario lo contesta mientras tomamos unas alcachofas y un risotto al que le sigue café y un coulan que me tomo yo casi entero. “Yo no soy de dulce”, confiesa.

Cuestionario Tippi, es decir, la entrevista aparecida en The Guardian http://www.theguardian.com/lifeandstyle/2014/feb/14/tippi-hedren-interview).

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¿Cuál es tu primer recuerdo?

Una sopa de fideos en un termo que me bebí en la sierra de Gredos. Estaba sentada junto a una ventana en una casa de piedra. Había nieve, hacía frío, yo llevaba mi abrigo y bebía la sopa que había hecho mi madre. Apenas tenía un año y medio. Por entonces vivía en Talavera. Es un recuerdo que me reconforta mucho.

 ¿Cuál es el rasgo de tu carácter que más deploras?

Soy terriblemente melancólica. Tengo una tendencia a la melancolía, al recuerdo, a la nostalgia. La tristeza está mal tolerada. Y es tan válida como la risa, aunque posiblemente los instalados en el optimismo estén mejor adaptados al medio. Si tuviera un talante más positivo, saldría más fácilmente para adelante.

 ¿Cuál es el rasgo que más deploras en los demás?

El egoísmo me hace perder la fe en la especie humana. Las personas egoístas me parecen lamentables. Suelen ser necias, pesadas. 

¿Qué es lo que más te gusta de tu carácter?

La capacidad para la risa, el humor.

¿Cuál ha sido el momento más embarazoso de tu carrera?

(risas) No puedo contarlo. Hace años en el Premi Llibreter. Madre mía, madre mía.

 ¿Cuál es tu posesión más querida?

(Abre bien esos inmensos ojos marinos. Tamborilea la mesa con las yemas de los dedos) La edición de Auto de fe de Canetti que me trae buenos recuerdos. Una edición muy valiosa para mí, porque el verdadero valor de ese ejemplar es sentimental…

 ¿Dónde te gustaría vivir?

En algún sitio donde nevara muchísimo. En Alemania. En la Selva Negra. Antes de venir aquí, Alemania era un objetivo.

Inciso número 2: ¿Y Barcelona? –le pregunto– Voy mucho, por amor y porque además colaboro con unas clases allí–. Imparte clases para la Escuela de Libreros (Escola de Llibreters), hablamos, entre otras cosas, de la gestión de equipos de trabajo. –Es el camino a la excelencia. Algo básico y fundamental. En realidad les cuento experiencias reales, vividas, eso es lo que más les interesa.

¿Qué es lo que menos te gusta de tu físico?

Yo me acepto. Me gustaría ser rubia –se ríe a carcajada limpia– es lo que hubiera contestado Hedren.

 ¿Cuál es tu olor favorito?

El de la lluvia en un pinar. El de la leña… Chanel n.º 19 (vuelve a la risa franca, sin cerrojos). El olor del cordero al horno… el olor del mar.

 ¿Cuál es tu palabra favorita?

Misantropía.

Inciso número 3: Hablamos de la belleza del hiato ía. Le hago un confesión. M es la inicial del nombre de mi hijo y el de mi hija acaba en el hiato de su palabra favorita.

¿Qué disfraz elegirías para Carnaval?

El de vampiro. El de Drácula. Muy pálida y sangrante. Los vampiros son mi debilidad, estoy muy enamorada de Fernand, ese gamberro encantador, chupador de sangre, personaje de Sfar –de paso me recomienda sus  dos novelas gráficas, Vampir y L’amour –divertidísimas.

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 ¿Qué es lo peor que te han dicho nunca?

“Lamento no estar a la altura de las circunstancias”. Fue oír esto y desmoronarme. Es la frase que más me ha dolido en la vida.

 ¿Es mejor dar o recibir?

Dar.

 ¿Qué les debes a tus padres?

Todo. Pero sobre todo (calla). Un tema de lector: la pasión por los libros; por parte de madre y por parte de padre. Me transmitieron el amor a los libros. Hemos sido tres hermanas muy lectoras. Un recuerdo imborrable es el de mi hermana Marta leyéndole a mi hermana Helena La historia interminable. Es un proceso de asimilación, cognitivo que te ayuda a sacar mejores notas. Mis hermanas eran de matrícula de honor.

Mis padres me hicieron el regalo de ser lectora. Es esencial para tener dominio del lenguaje. El amor por los libros viene de mi madre (levanta la barbilla y mira al techo como si mirase baldas interminables de libros).

¿A quién te gustaría pedirle perdón y por qué?

Ya lo he pedido. No tengo ningún “perdón” pendiente.

 ¿Cuál ha sido el beso de tu vida?

(Se ríe, se tapa la cara, mira hacia un lado, hacia el otro… y de fondo suena la ranchera María Dolores. También mira hacia arriba como la Católica)

En Cádiz, era verano, en julio de 2002 y con 40 grados a la sombra.

 ¿Cuál ha sido tu mayor decepción?

Mira, es verdad. La Universidad. Me pareció una tontería. El nivel era decepcionante. Aunque tuve tiempo para leer y gracias al profesor de Barroco pude estudiar italiano.

 Si pudieras editar el pasado, ¿qué cambiarías?

Cambiaría algunas renuncias que asumí demasiado pronto.

 Si pudieras viajar en el tiempo, ¿dónde irías?

A la Edad Media. Al castillo de Salzburgo, al alcázar de Segovia mismamente: la vida en el campo, el huerto, la tierra, la carencia. Era todo más breve, pero más intenso.

 ¿Cuándo has estado más cerca de la muerte?

No sabe uno. Sólo he tenido un accidente de moto. He visto morir a mis abuelos. Mi abuela murió conmigo al lado cogiéndole de la mano. De repente dejó de respirar. Noté frío. Ese es el fin de la muerte.

 ¿Una sola cosa que mejoraría tu vida?

Poder vivir en la misma ciudad que mis hermanas. Una vive en Barcelona, otra en Alemania. Todas tenemos el mismo anillo –dice mostrándomelo en su dedo anular.

 ¿Cuál es la lección más importante que te ha enseñado la vida?

¡Copón! Tempus fugit.

 Cuéntanos algo divertido

Es una retransmisión de una conversación delirante en la librería con una clienta: -hola, nena, me puedes apuntar en un papelito el título de un libro que tienes en el escaparate. -claro, señora, dígame. –El guardián de los arcanos, no sé el autor. –Sussman, señora, se lo apunto también. -Ah, este es el que escribió El señor de los anillos ¿no?–no, señora, se confunde –ah, ¿no? –A ver, quién es el autor de el señor de los anillos -Tolkien –Ah, ese es el que escribió lo de ese niño que hacía magia ¿no? -¿Harry Potter? –Sí -no. –ah, y ahora para santjordi ¿sabes si el Tolkien ha sacado algún libro nuevo? (Sonido de detonación. Fundido en negro)

Antes de encontrarme con ella atravieso el sol. No imagino que voy a escuchar a una persona tan transparente. Como sus ojos, atrapados en la melancolía y en un excelente y fino sentido del humor.

Asoman los títulos de crédito de este corto inesperado. Principio/Fin

Mujeres: Concha Quirós

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Concha Quirós ha regentado la librería Cervantes «toda la vida», como confiesa en esta entrevista que se gestó en mi cabeza como un desafío, precisamente por eso, porque esta librera lleva al frente de su barco casi desde la cuna. Su oficio es heredado y el amor por los libros también, pero hay que decir que ha desarrollado un verdadero instinto librero de superviviente. Debe de conocer todos los secretos ocultos y de los revelados ha hecho bandera.

La primera vez que oigo su voz al otro lado del teléfono me imagino a una cantante de jazz. A una negra. Las palabras le salen de las profundidades de la tierra, de ese páramo que atraviesan los libreros desde hace unos años. Se siente aturdida al principio con mi llamada y sorprendida de que quiera entrevistarla. Cómo no iba a querer hacerlo. Su librería es inmensa, un lugar donde enriquecerse. Tantas baldas soportando el peso de los libros, de las palabras. Porque las palabras pesan. Como las suyas.

Le pido algunos consejos para las jóvenes libreras y me cuenta que está orgullosa de su profesión porque es lo que siempre ha querido ser. «Leer, vivir entre libros y recomendar a otros amantes de la  literatura los libros que les puedan gustar es mi sueño cumplido. Por eso, he de decir a quienes quieren empezar en esta profesión, que a mí me gusta más llamar vocación, que ¡adelante! Corren malos tiempos en este sector, como en todos; eso es una realidad que no podemos dejar de tener en cuenta, pero si hay que afrontar malos momentos, mejor hacerlo con algo en los que podemos poner toda nuestra pasión.

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Ahondando en la cuestión le pregunto si las mujeres lo tienen más difícil y me contesta que «los tiempos ya han cambiado. Cuando yo empecé era algo inusual que una mujer estuviera al frente de un negocio y eso daba lugar a equívocos que, con el tiempo, recuerdo como anécdotas graciosas,  pero que en el momento en que ocurrieron reflejaban muy bien esos momentos laborales terribles para las mujeres».

Supongo que nada hay como mirar atrás en el tiempo sin ira y con mucha hambre de futuro todavía. Me provoca curiosidad cómo empezó su singladura.

«Mi historia como librera comenzó antes de nacer. Mi padre era librero. Él fundó la Librería Cervantes hace casi cien años y yo me crié en ese ambiente de amor, respeto y admiración a los autores. A los consagrados y a los que daban sus primeros pasos en este mundo. Muchos de estos despuntaron y hoy son referentes para todos. Jamás me he arrepentido de tomar este camino, todo lo contrario. Me siento muy agradecida y orgullosa de haber tenido la oportunidad de acercarme a este mundo, de ir introduciéndome en él, de aprender de un gran maestro como mi padre que luchó contra las adversidades de su época, que no fueron pocas, y de valorar el hacer frente a ellas. A menudo recuerdo una frase que siempre mantuvo mi padre hasta el final de sus días: “Si volviera a nacer, volvería a ser librero… y a casarme con la misma mujer”. Pues, bien, yo hago también mía la primera parte de esa frase. Estoy convencida que volvería a ser librera tantas veces como la vida me diera la oportunidad de hacerlo».

Una pregunta que nos hacemos constantemente es cómo uno se curte y en qué medida debe hacerlo para resistir. Me pregunto si las campañas de Navidad, por el Día del Libro, de las Librerías, etcétera les benefician. Para los libreros independientes «son fechas muy importantes en ese sentido para nosotros, pero, lógicamente, hay que mantener un ritmo racional el resto del año». Prosigue confesando lo mal que lo pasan «porque las dificultades se multiplican. Fíjate, por ejemplo en Cataluña, una comunidad culta y muy literaria. Allí se han cerrado en los últimos tiempos varias librerías emblemáticas independientes por no poder hacer frente a estos momentos convulsos. Lo mejor de ser independiente es ser fiel a tus principios, por lo demás…. nuestros problemas se agudizan».

Quiero hacer hincapié en su respuesta porque, a veces, se percibe desde fuera un cierto halo de glamour y buena vida en torno a la librería. Es cierto que proliferan, cierran, pero muchas otras abren pero los números son difíciles de cuadrar. Una amiga me dijo una vez que si el negocio fuera próspero, ella ya habría invertido. Pero… nadie gana con esto de la edición y los libros, ¿no? Me temo que pocos y aún así, seguimos remando porque es lo que mejor sabemos hacer y porque creemos en el poder de la palabra escrita. Si establecemos sinergias con los libreros, los editores ganamos terreno porque dan visibilidad a nuestro producto.

Le pregunto si cree en el contacto librero-editor.

«Absolutamente»— contesta. «Creo en el contacto directo y permanente entre librero y editor. Es un binomio indiscutible y necesario. De hecho, cada semana me reúno con representantes de las distintas editoriales y nos ponemos al día. Me hacen propuestas y yo también hago las mías. También hago peticiones, quejas,… todo para mejorar la calidad pensando en los lectores. Y viajo puntualmente a distintos lugares para reunirme con editores y emprender cosas juntos. Pero quiero añadir que también reivindico el contacto librero-autor, y en ese sentido he decir que me siento afortunada porque gracias a nuestra iniciativa Foro Abierto y al apoyo de la Fundación Caja Rural, los escritores hacen de Cervantes su segunda casa».

Finalmente, antes de que acceda a contestar las preguntas de nuestro Cuestionario Tippi, le pido que nos recomiende algún título para estos días:

«Es difícil hablar de un sólo título con la cantidad de ellos que salen diariamente al mercado. Una buena apuesta es siempre recurrir a los clásicos, que nunca han de desaparecer de nuestras vidas. Aparte, recomendaría el Goncourt del pasado año, “Nos vemos allá arriba», de Pierre Lemaitre, editado por Salamandra, un canto a la amistad con telón de fondo la Primera Guerra Mundial. Ahora estoy a punto de empezar a leer «Matemos al tío», de Rohan O’Grady, de ediciones Impedimenta, que acaba de salir, y está muy bien valorado. Además, a mí me gusta apostar por nuevos valores en los que creo y que si no fuera así podrían pasar desapercibidos para el público. En este sentido, recuerdo “Intemperie”, la primera novela de Jesús Carrasco, editada por Seix Barral, un autor con muchísimas posibilidades, cuyo libro leí antes de salir publicado, recomendé y tuve la suerte de disfrutar de su éxito».

Se despide de nosotros admitiendo que «valora a los autores de la tierra que son muchos y muy buenos» y que, después de todo «me gusta sugerir libros importantes, pues creo que es lo que define a una buena librera.

Me da pena terminar por este viaje al corazón de las entrañas de la librera Concha. Menos mal que me queda el cuestionario. Le parece una idea divertida y responde con placer, lo que me hace creer que todo lo hace así.

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Cuestionario Tippi, es decir, la entrevista aparecida en The Guardian 

 

¿Cuál es tu primer recuerdo?

Mi primer recuerdo me lleva a los tres años, un poco antes, en realidad. Aún no sabía leer pero los libros me fascinaban, así es que me puse a “leer” uno, que recuerdo que se titulaba “La gallinita roja” y, en realidad, lo sostenía entre mis manos al revés, sin saberlo, puesto que no conocía las letras. Pero me sabía la historia de memoria y la contaba a los demás como si la estuviese leyendo.

 

¿Cuál es el rasgo de tu carácter que más deploras?

A veces, reconozco que soy muy impaciente y eso se vuelve contra mí.

¿Cuál es el rasgo que más deploras en los demás?

La falsedad, la hipocresía, la mentira.

¿Qué es lo que más te gusta de tu carácter?

El espíritu emprendedor.

 

¿Cuál ha sido el momento más embarazoso de tu carrera?

En realidad, más que embarazoso debería hablar de momentos difíciles. En este sentido, diría que luchar en tiempos convulsos para ser fiel al proyecto que creó mi padre y por el que tanto lucharon mis progenitores.

¿Cuál es tu posesión más querida?

Siempre un libro.

¿Dónde te gustaría vivir?

Estoy encantada de vivir en Oviedo. Si no fuera así, Francia, en donde se mima la cultura y a los libros sería otra buena opción. Por último, Italia me fascina.

¿Qué es lo que menos te gusta de tu físico?

Me gustaría perder algunos kilos. Como a casi todo el mundo.

¿Cuál es tu olor favorito?

El de un libro. Fíjate que en Cervantes tenemos un libro-estuche con un frasco de perfume de libro.

¿Cuál es tu palabra favorita?

Cualquiera que ensalce la cultura, los libros, el afán de aprender.

¿Qué disfraz elegirías para Carnaval?

Pues uno en el que no se me reconociera para poder colarme entre la multitud y observar sin ser descubierta.

¿Qué es lo peor que te han dicho nunca?

Que me mientan es lo peor que me puede pasar. La pérdida de confianza en una persona.

¿Es mejor dar o recibir?

Dar es más satisfactorio. Si recibes sinceramente, aunque sea el más mínimo detalle, reconozco que me emociona.

¿Qué les debes a tus padres?

Mucho. Sería muy largo enumerarlo. Pero sobre todo, me enseñaron que ser buena persona se antepone a todo. Es la mayor satisfacción personal y la más rentable.

¿A quién te gustaría pedirle perdón y por qué?

A quien le haya hecho daño sin yo saberlo.

¿Cuál ha sido el beso de tu vida?

Me quedo con los besos sinceros de las personas que me quieren y a las que quiero. Los demás besos, se han quedado en el camino.

¿Cuál ha sido tu mayor decepción?

Volviendo a lo que dije antes, cuando alguien en quien confiaba me traicionó. Dicho así, en general.

Si pudieras editar el pasado, ¿qué cambiarías?

Nada. Siempre miro hacia delante.

 

Si pudieras viajar en el tiempo, ¿dónde irías?

Prefiero vivir en el tiempo presente, pero si me introdujeran en la cápsula del tiempo me encantaría charlar con Miguel de Cervantes.

¿Cuándo has estado más cerca de la muerte?

Afortunadamente, nunca.

¿Una sola cosa que mejoraría tu vida?

No puedo quejarme sabiendo cómo están muchas personas.

¿Cuál es la lección más importante que te ha enseñado la vida?

Pues lo que antes comenté: el legado que me dejaron mis padres, ser buena persona ante todo.

Cuéntanos algo divertido.

Tengo muchas anécdotas a lo largo de mi vida profesional, pero me viene a la mente una que ilustra muy bien lo que luchamos las mujeres hace unos años para poder abrirnos hueco en el trabajo. En una ocasión, se acercó a la librería el director de una entidad bancaria para hacerme unas propuestas que a mí no me convenían y, por lo tanto, rechacé. Él insistió en que lo mejor era hablar con mi marido porque esas cosas las entendían los hombres, no las mujeres. Yo estoy soltera, con lo cual el director en cuestión se fue por donde había venido y con las manos vacías.

Yo, tras sus palabras, me voy con las manos llenas. Es una librera capitana. La admiro y solo deseo que vosotros disfrutéis tanto leyendo esta entrevista como yo he disfrutado haciéndola.

Cristina Pineda i Torra

Mujeres: Cristina Sanmamed

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Llegamos a Plasencia un viernes por la tarde después de haber atravesado una bruma espesa que nos impedía ver la carretera. Nuestro propósito aquella tarde era dar un paseo por la ciudad antes de la presentación del libro Juana la Beltraneja. Yo iba acompañada del autor, que me llevó de la mano por callejuelas e iglesias en un paseo gélido y soleado.

No solo nos detuvimos ante los muros de conventos y parroquias (mi preferida, la de San Nicolás) sino ante la cristalera de la Puerta de Tannhaüser desde la que avisté a la librera, que se mueve como pez en el agua. Quizá por eso en la librería hay un lugar que ellos, Cristina y Álvaro, los libreros, han denominado La Pecera.


Cristina Sanmamed es madrileña, pero se trasladó a Plasencia por su amor a los libros. Antes de recalar en su librería, había hecho carrera en comunicación para una ONG. Antes yo no reparaba en según qué cualidades, pero hace unos años me enseñaron de la importancia de mirar de frente y ella lo hace, sin duda, y a menudo sonríe lo cual, en un mundo de hombres grises, es un regalo. Si encima sabe aconsejarte sin entrometerse en tus gustos, sino que, apenas perceptiblemente, te guía por los distintos libros que habitan en las estanterías de la Puerta uno siente que está en casa. Y eso nos cuenta Cristina apenas entramos para ya realizar nuestra encomienda: «siempre quisiemos que la librería se pareciera lo más posible a estar en nuestra casa». «Tenemos los libros que tendríamos en ella».  Los editores independientes agradecemos su buen criterio.

Es morena de ojos negros como salida de un cuadro de Julio Romero de Torres. Está llena de rizos. Sus ojos son inmensos y en ellos se reflejan las tipografías de los libros. Le preguntes por lo que le preguntes, te sabe contestar con tino, y sus apreciaciones se deslizan con suavidad pero sin vacilaciones.  Pienso que he caído en una buena librera.

Acabado el acto de presentación de Juana la Beltraneja, Cristina nos ofrece un té y vinos: una cuidada selección de caldos de la tierra y de  cervezas elaboradas artesanalmente. Me sorprende cómo cuida a los editores y demuestra un profundo interés por nuestra labor. No se le escapa un detalle: desde la música ambiente hasta la visibilidad de los libros en este o en aquel estante. Es una librera quasi artesanal que ama su oficio. Por eso hablar con ella es tan agradable, lo mismo que comprarle libros: te envuelve con su voz recia y dulce a la vez.

Me cuenta que el nombre de la librería surgió durante un viaje en coche de Placencia a Madrid con Álvaro. Hablaba de la película y è voilá, dieron con el nombre: La Puerta de Tannhaüser.

¿Cómo surgió la idea de montar una librería en Plasencia? La vida de librera en una ciudad pequeña, ¿se agradece?

Álvaro es de Plasencia y yo de Madrid. Pensamos que podíamos empezar aquí y ver como funcionaba, después de tres años y mucho trabajo estamos contentos. El ser librera en una ciudad pequeña te permite estar en contacto continuo con los clientes. Como elegimos los libros uno a uno, hay veces que pongo cara a cada libro y por suerte, muchas veces acierto. Cuando vendes un libro a alguien que confía en ti, me siento feliz.

¿Funciona mejor una librería-café estos días? ¿Es un modelo exitoso?

El modelo de librería café también evoluciona, cambia. Para estar ahí, hay que estar al tanto de lo que quiere y demanda el cliente, estar muy en contacto con los editores, tener una relación fluida con los distribuidores, leer mucho, hablar con los autores si son españoles y estar muy al día en las redes sociales.

Los comienzos de una librería son complicados, el café fue fundamental para sostener la Puerta de Tannhäuser al principio. Ahora, después de más de tres años, el modelo de negocio cambia, muta, quizá la clave está en saber adaptarse a los cambios. El café es el valor añadido, pero el pilar de nuestro negocio es la librería. Además, es importante realizar actividades culturales que nos conviertan en un punto de encuentro. El trato directo con el cliente, elegir los libros uno a uno y saber lo que vendes. Tener editoriales que otras librerías de la zona no tienen, conseguir libros y esforzarse por tener la mejor selección. Ofrecer el mejor café o té, poder tomarte una cerveza artesanal y relajarse. No parar de pensar, de idear (de enredar) ¡esto último que está entre paréntesis es fundamental!

¿Tuviste que sacrificar cosas de tu vida personal para ser librera? A veces parece un negocio de 24 horas, casi como el de un editor, pero que además exige una presencia.

Sí, tuve que dejar Madrid y venir a Plasencia, pero estoy contenta, es una etapa de mi vida y la estoy aprovechando. En redes sociales estoy muchas horas, pero merece la pena. Soy socióloga y estoy aprendiendo mucho del día a día, de la gente, de sus comportamientos, reacciones e intereses, de todo lo que me rodea, tanto en la librería (la vida real) como en el mundo virtual.

¿Te consideras librera-sanadora-prescriptora-curandera? Si no hubieras sido librera, ¿qué te habría gustado ser?

¡Sí! La gente necesita hablar, y a veces buscan que les aconsejes. Yo lo que hago es recomendarles un buen libro para que así se les quiten las penas, las dudas, el estrés y acompañarlo de una buena cerveza.

Si no hubiera sido librera… ¡hubiera sido cantante o escritora!

¿Tenéis público infantil? Cuéntanos qué es la pecera.

Sí, los niños son nuestro público más exigente, los padres, los abuelos buscan libros en la Puerta de Tannhäuser especiales. Tenemos una cuidada selección de libros escogidos para conseguir que los niños y niñas aprendan a disfrutar de la lectura, esperamos lograrlo.

La Pecera es un espacio independiente en la Puerta de Tannhäuser en donde realizamos los World Café de Idiomas, conversaciones en inglés, francés, portugués con nativos. También hacemos talleres de lectura y escritura creativa. También es un lugar para evadirse y disfrutar del tiempo.

¿Qué libros nos recomiendas para el primer trimestre del año?

¡Libros invernales! Por ejemplo Soy un gato de Soseki. Sueñan los androides con ovejas eléctricas De Philip k. Dick, o Un paseo invernal de Thoreau.

 Cristina ya está lista para el cuestionario Tippi, el que trasladé de la entrevista publicada en The Guardian.


¿Cuál es tu primer recuerdo?

Un verano en la playa, durante las vacaciones. Un rayo de sol se reflejaba y calentaba el cristal de la ventana del balcón. Mientras, escuchaba los gritos de los bañistas en la piscina, más lejos el rumor del mar. Tendría unos cuatro años.

¿Cuál es el rasgo de tu carácter que más deploras?

Cuando algo no me gusta, se me nota.

¿Cuál es el rasgo que más deploras en los demás?

La envidia.

¿Qué es lo que más te gusta de tu carácter?

Son positiva y optimista.

¿Cuál ha sido el momento más embarazoso de tu carrera?

Tener que decir que no a alguien.

¿Cuál es tu posesión más querida? 

Un anillo que me regaló mi abuela hace 20 años, y la librería… ¡son mi tesoro!

¿Dónde te gustaría vivir?

¡En Nueva York o en la Isla de Pascua!

¿Qué es lo que menos te gusta de tu físico?

Las uñas, me las muerdo desde niña.

¿Cuál es tu olor favorito?

El de la lluvia.

¿Cuál es tu palabra favorita?

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¿Qué disfraz elegirías para Carnaval?

El que lleva Jennifer Connelly en el baile de máscaras que se marca con David Bowie en Dentro del Laberinto.

¿Qué es lo peor que te han dicho nunca?

«Risa metálica» cuando llevaba brackers con 14 años. ¡Era un chico francés, le odié!

¿Es mejor dar o recibir?

Prefiero dar, recibir y que acierten es más complicado. 😉

¿Qué les debes a tus padres?

El haberme inculcado la lectura desde muy pequeña, gracias a ellos soy librera.

¿A quién te gustaría pedirle perdón y por qué?

Pasado el tiempo. borrón y cuenta nueva. Creo que a nadie.

¿Cuál ha sido el beso de tu vida?

Una despedida en un aeropuerto. En realidad fue un comienzo, fue genial.

¿Cuál ha sido tu mayor decepción?

Pensar que alguien era amigo o amiga y equivocarme.

Si pudieras editar el pasado, ¿qué cambiarías?

Creo que no cambiaría nada…

Si pudieras viajar en el tiempo, ¿dónde irías?

A la Edad Media.

¿Cuándo has estado más cerca de la muerte?

Soy alérgica a las avispas, cada vez que paso un día en la piscina estoy cerca de la muerte…

¿Una sola cosa que mejoraría tu vida?

¡No pasar tanto frío!

¿Cuál es la lección más importante que te ha enseñado la vida?

No hay que rendirse nunca.

Cuéntanos algo divertido

Esta nochevieja pasada estábamos toda la familia delante del televisor para comer las uvas y a las 12 en punto se apagó la televisión. Mi tía se levantó corriendo y encendió la tele de nuevo, ya iban por las cuatro campanadas. Sin saber que había ocurrido, tuvimos que tomarnos las uvas a trompicones y viendo las caras de agobio y asombro de todos me dio un ataque de risa. Resulta que, todos los días, el temporizador de la televisión de mis tíos se apaga a las 12 de la noche.


De momento, sí estamos pasando frío. Ya nos arroparán los libros, vinos y mantas. Qué pena que no tengamos Puerta en Madrid.

Cristina Pineda i Torra

Mujeres: Marina P. de Cabo

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Un día le pregunté a un amigo catalán por una librería que le hubiera llamado la atención y me mencionó la librería Literanta, en Palma de Mallorca. Me dijo que tenía todos los libros que siempre había soñado leer y muchos de los que ya pobablan las estanterías de su casa. Y me habló de su luz. La de la librería y la de la librera.

Lástima que no pudiera trasladarme a Palma. Lo haré, sin duda. Nada como ir a ver a Marina y charlar sobre la edición independiente y sobre esa primera edición de Cumbres borrascosas que surge en una de sus respuestas.

Me faltan datos de ella, me gustaría contaros cómo gesticula, cómo se mueve entre los libros que recibe, registra y coloca. Sí puedo hablaros de su voz porque el día que amablemente me cogió el teléfono, me transmitió serenidad (algo que busco en toda librería que se precie). Me imaginé a una mujer de un teniente francés escuchando mis deseos de entrevistarla con el rostro velado por una capucha azul oscuro. Las palabras se despegaban de mi celular con lentitud. Sus letras como caracoles después de la tormenta dibujaban sonidos casi perfectos. Me la imaginé recitando poemas y prescribiendo libros. Debe de ser una librera tan inmensa como lo reflejan las fotos y sus respuestas.

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Su librería Literanta Llibres i Cafè

C/ Can Fortuny, 4 A

Palma.

www.literanta.com

Cuéntanos qué hay de distinto en tu librería, qué libros tenéis que os distingan de las demás librerías o qué espíritu diferente transmitís a los libros.

En primer lugar debo aludir al fondo bibliográfico del que dispone Literanta Llibres i Cafè. Tratándose de una librería general que posee cierta tendencia hacia las materias humanísticas, cuidamos de cada una de las secciones eligiendo los libros uno a uno, sobre el catálogo, para que, además de ofrecer todas aquellas novedades que puedan resultarle interesantes a los lectores que frecuentan la librería, albergue una muestra representativa de la producción de la Historia de la Literatura: obras que han conseguido sobrevivir al paso del tiempo pasando a participar de aquello que ansía el individuo por encima de todas las cosas y que jamás logrará alcanzar con plenitud: la condición inmortal, la eternidad. En este sentido, hablo cubierta por el antifaz de la ignorancia e ingenuidad del antropocentrismo –incluso de cierto eurocentrismo- con el que el ser humano se deja vendar los ojos. Los libreros que estamos al frente de Literanta tratamos de ser brújula y consejero para el lector visitante.

Por otro lado, Literanta ofrece servicio de bar y cafetería, sosiego matinal y regocijo vespertino. Es posible desayunar junto a los ventanales de la librería, que descubren el hermoso jardín de Can Fortuny, y tomarse un dry martini cuando el sol se ha ocultado, escuchando My favourite things de Coltrane, It’s all right de Wynton Kelly o algún disco de modern jazz.

Además, en la librería se lleva a cabo una intensa actividad cultural. En ella tienen lugar presentaciones de libros, recitales, mesas redondas, jornadas temáticas, soirées literarias, talleres de escritura creativa y otros actos relacionados con la literatura y/o con los libros.

El otro día hicimos una presentación de nuestra novedad Reinas de Navarra en la librería de un colega tuyo en Pamplona, Walden. Una librería con un gusto exquisito y con espacios funcionales para presentaciones y cafés con amigos. ¿Es también tu librería un lugar de encuentro? ¿Os convierte así en lugares de referencia?

Creo que Literanta, tras sus casi diez años de existencia, se ha convertido en un lugar de referencia de la ciudad. La librería –dadas sus características– posibilita el encuentro, la charla y el debate; el espacio y el ambiente son idóneos para citas y reuniones, y tanto el emplazamiento en el centro histórico de Palma como la disposición del lugar lo convierten en un espacio idóneo para realizar actos culturales.

Recomiéndanos un libro para estas Navidades y para una vez transcurridas estas. ¿Es verdad que hay un libro para cada momento, para cada estación, para cada estado de ánimo?

Hay un libro para cada momento, sí. Leer a Wodehouse cuando uno siente cómo el mundo se le cae encima, por ejemplo, no creo que sea una decisión adecuada. Y si se decanta por Manganelli puede acabar hundiéndose en su “ciénaga definitiva”. En ese caso, sería conveniente salvarse con Un simple vestido de fiesta de Bobin, tratar de sentir de nuevo la levedad de los días, la belleza de los elementos cotidianos, el milagro de la vida.
Leer a Joyce o a Pynchon mientras se sufre una dura resaca resulta temerario. La intensidad de la experiencia se aproximaría a la del delirium tremens. Para tales situaciones, recetaría obra de Kingsley Amis, Bukowski, Hunter S. Thompson o Jim Dodge, aunque no es probable que el lector, en su situación, decida desplazar sus maltrechas neuronas hasta la librería.
Y no nos engañemos: Heidegger resulta demasiado asfixiante para el verano; es mejor decantarse por la obra de algún novelista del XIX.
Los políglotas de William Gerhardie y Matemos al tío de Rohan O’Grady –recién
publicados por Impedimenta– pueden ser dos buenas opciones para esta Navidad. También El viaje a pie de Johann Sebastian de Carlos Pardo, en Periférica, Canciones de amor a quemarropa (Libros del Asteroide, 2014) o Un paseo invernal de Henry David Thoreau, título número cien de la editorial Errata Naturae. Continuando con el ensayo, me gustaría recomendar el primer libro de la colección Mundos posibles de la editorial Sílex, que confronta las visiones de dos autores sobre un tema común: Las verdaderas memorias de María Mancini y Los reyes cornudos y las reinas livianas de Don Pedro.
Mención aparte requiere la exquisita edición que acaba de presentar Atalanta de las Mil y una noches. Y no deben olvidarse, bajo pena de excomunión, destierro e incluso muerte, los maravillosos cuentos de Salinger, que nunca dejaré de recomendar y releer.

¿En que os benefician las campañas puntuales aparte de las de Navidad?

Jamás dejamos de descubrir. Una campaña que tenga como objetivo un título o de un fondo editorial puede llegar a lectores capaces de valorar positivamente las obras promocionadas. En Literanta escogemos cada mes una editorial independiente cuyas publicaciones nos gusten; colocamos sus libros en lugares estratégicos e invitamos al lector –que en la librería casi se convierte en paseante o explorador a descubrir su catálogo. Cabe mencionar también las geniales campañas del grupo Contexto, las iniciativas de Blackie Books o las acciones que en este sentido realiza Errata Naturae.


Le explico lo que llamamos en Sílex el Cuestionario Tippi, según la entrevista aparecida en The Guardian a cuyas preguntas contesta abiertamente.


¿Cuál es tu primer recuerdo?

Je me souviens… de la primera vez que nevó en la ciudad y traté de engullir aquella sustancia fría y blanca que cubría el mundo.

Je me souviens… de los trayectos en el asiento trasero del Renault 7 de mi padre, con Leonard Cohen cantando Tower of song sólo para mí. Decidí quedarme a vivir en esa canción.

Je me souviens… de lo malvadas que eran las ratas del primer cuento que tuve, El cascanueces. Conservo el libro, pero las páginas en las que ellas aparecen están totalmente destrozadas.

¿Cuál es el rasgo de tu carácter que más deploras?

La inseguridad y la falta de perseverancia.

¿Cuál es el rasgo que más deploras en los demás?

La mezquindad, la deslealtad y la hipocresía.

¿Qué es lo que más te gusta de tu carácter?

Qué difícil es percibir el propio reflejo. Quizá lo que me gusta más de mí es la inclinación hacia la evasión y la ensoñación. Y la capacidad para observarme desde fuera de mí misma, que me ha salvado la vida en numerosas ocasiones. En todo caso, lo que me aleja del mundo haciéndome permanecer en él.

¿Cuál ha sido el momento más embarazoso de tu carrera?

En cierto momento me vi obligada a ser extremadamente resolutiva. Estaba pasando unos meses en el lado oscuro de la vida, una temporada en el infierno. En ese momento tomé una decisión que iba a perdurar en el tiempo. Hoy por hoy, continúo pensando que elegí la opción correcta.

¿Cuál es tu posesión más querida?

Las sonrisas que me dedican mis seres queridos, mi antiojeras, mis alacena repleta de marrons glacés, mis benzodiacepinas, mi botella de Cardenal Mendoza, mi primera edición de Cumbres borrascosas y el collar de perlas Peregrinas con el que muy pronto me obsequiará algún alma cándida.

¿Dónde te gustaría vivir?

Generalmente donde lo hago: en una luminosa buhardilla en el casco antiguo, próxima al trabajo, a mi lugar de reunión preferido y a casa de mi madre. En ocasiones, dependiendo de mi estado de ánimo, sueño con habitar el Palacio de Cristal del Retiro, una cabaña en los bosques escandinavos, un chamizo en Ciudad Juárez, localidad en la que regentaría una librería feminista, o una casa en mitad de un desierto, en cuyo porche pasaríamos los días mi hombre y yo, él tocando el banjo y yo tratando de atravesar con mi escopeta alguna lata oxidada. Por otro lado, creo que en algún pueblecito de China sería muy feliz.

¿Qué es lo que menos te gusta de tu físico?

Mi exoesqueleto cuando se convierte en cárcel. Mis alas cuando no se me permiten volar.

¿Cuál es tu olor favorito?

El de las clementinas y el del almizcle.

¿Cuál es tu palabra favorita?

Abyección, devenir y luz. En cuanto a sonoridad, me decanto por alféizar, alacena y garmonbozia.

¿Qué disfraz elegirías para Carnaval?

Me disfrazaría de Debbie Reynolds surgiendo de una enorme tarta para bailar charlestón, en Bailando bajo la lluvia. O de Robespierre tras haber sido guillotinado. O de un temible Heathcliff. De Lord Byron, si se me permitiera abofetear a Polidori. De alguno de esos oni femeninos de las películas de Mizoguchi. También me disfrazaría de samurái, de Ofelia ahogada en el lago, de Bartleby, de dragón chino y de Maruja Mallo con su vestido de algas.

¿Qué es lo peor que te han dicho nunca?

Que mi padre estaba a punto de morir.

¿Es mejor dar o recibir?

Dar sin esperar nada a cambio.

¿Qué les debes a tus padres?

La vida, con todo lo que contiene. Cierta formación. A mi madre, su amor incondicional y su valentía. A mi padre, la belleza física y cierta inclinación a la abyección que nunca le pedí.

¿A quién te gustaría pedirle perdón y por qué?

A aquellos seres queridos a los que, debido a mis limitaciones y defectos, he fallado en algún momento de la vida.

¿Cuál ha sido el beso de tu vida?

Aquel que hizo desaparecer por completo las coordenadas espaciotemporales.

¿Cuál ha sido tu mayor decepción?

Una persona venerada convirtiéndose en su antítesis debido a una adicción.

Si pudieras editar el pasado, ¿qué cambiarías?

Si cambiara algo, no estaría aquí contestando a este cuestionario; y me gusta estar aquí, contestando a este cuestionario. Si, aún así, se me obliga a elegir, me decanto por las empresas no acometidas por cobardía o inseguridad.

Si pudieras viajar en el tiempo, ¿dónde irías?

Me trasladaría al Imperio Austro-húngaro o al Shangái de los años 20. Llamadme frívola.

¿Cuándo has estado más cerca de la muerte?

Cuando crucé una carretera sin mirar y el neumático de un vehículo que circulaba a velocidad extrema se imprimió en mi rodilla. Salí ilesa. El coche colisionó contra un muro y quedó destrozado.

¿Una sola cosa que mejoraría tu vida?

That clinking clanking sound…

¿Cuál es la lección más importante que te ha enseñado la vida?

A apreciar el milagro de la existencia incluso en la tragedia: el dolor es síntoma de vida.

Cuéntanos algo divertido

Detesto los chistes.

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No te preocupes, Marina brújula, yo también. Gracias por esta estupenda entrevista.

Cristina Pineda i Torra

 Mujeres: Clo Vautherin

IMG_2750En esta ocasión le toca el turno a Clo, responsable de la librería de La Central de Callao. Es, además, amiga mía desde hace diez años. De origen suizo, pasó su infancia en Burkina Faso y sus años de universitaria en Sevilla. Habla con acento sevillano, aunque a veces se le escapa un inconfundible deje francés. Es inmensamente guapa, ya no solo por su pelo rubio, sus ojos azules, su tez clara… sino por su sonrisa y su falta de impostura. Es una mujer de verdad, sin artificios, como un buen relato o una magnífica novela. Se nota que es feliz con su profesión.

Empezó en Taschen, en el departamento de Marketing y Comunicación.

En La Central también organiza ciclos de lectura en francés. Tendremos que estar atentos a la agenda de La Central en octubre.

Si fuera una ciudad, sería Cádiz y si tuviera que identificarse con algún elemento, con el agua. Es como un pez. Se mueve, aletea, aparece, desaparece, mira, se mesa el pelo, se lo recoge en una coleta, baila con los brazos y el torso. Es el sol y la sal.

Clo es la Maga. Ríe y ríe sin parar. Es emotiva y lúcida. Firme en sus opiniones.

Le pregunto qué es lo que más le gusta de ser librera.

No es un trabajo en el que hagas todos los días lo mismo –contesta– tengo contacto con el libro, con los editores, los comerciales, los clientes, haces y deshaces cajas todos los días…

¿Cómo recalaste en una librería después del máster en edición?

Hice el proceso inverso, es verdad. La mayoría, además, trabaja en una librería apenas salir del máster con la aspiración de ser editor. Parece que es más glamuroso, que ser librero no es más que un vendedor, pero yo lo he hecho al revés. Empecé trabajando en una editorial y después en una librería y estoy muy contenta.

¿Pensabais que la inauguración de La Central iba a tener tanto poder de convocatoria?

No. No se esperaba la enorme acogida que tuvo.

Yo lo recuerdo especialmente, era el día 12 de septiembre. Aunque sea un lugar común, estaba allí todo el mundo de la cultura. Fue una verdadera fiesta.

Clo me pregunta intrigada si las preguntas del cuestionario son difíciles. Se refiere al Cuestionario Tippi, es decir, la entrevista aparecida en The Guardian.

Quiero que todas las libreras de este país pasen por esta sección. Son ellas (y ellos) quienes hacen posible, entre otros, pero sí principalmente, que nuestros libros sean visibles.

No es baladí dar visibilidad a un objeto, tiene algo de creación.

¿Cuál es tu primer recuerdo?

Recuerdos… son cosas que te llaman la atención, ¿no? Tengo un recuerdo, pero ya era mayor, tenía 7 años o así. Quizá suene pretenciosos pero… fue la extrañeza de sentirme la única niña blanca en una clase de 60 personas. Me tocaban el pelo, la piel… Pero no sentí rechazo, ¿eh? solo extrañeza.

¿Cuál es el rasgo de tu carácter que más deploras?

¿Cómo se dice en español? Cuando soy… (hace gestos con las manos como de poner barreras) méfiante, ¡desconfiada!

¿Cuál es el rasgo que más deploras en el carácter de los demás?

La gente tacaña, pero, sobre todo, los trepas. Esas personas ambiciosas que son capaces de cualquier cosa y lo peor es cuando no la consiguen y se frustran.

¿Qué es lo que más te gusta de tu carácter?

Que soy positiva.

¿Cuál ha sido el momento más embarazoso de tu carrera?

Desagradable es decirle a alguien que no. En mi trabajo, sin duda, es tener que despedir a alguien.

¿Y el más bonito?

El más bonito es que tienes la ventaja de ver todo lo que se publica. Tienes una perspectiva que otra profesión del gremio no te da. Veo todo el despliegue del abanico.

¿Cuál es tu posesión más querida?

Mi colección de pulseras de plástico africanas (con las que aparece en la foto) Sin ellas, no puedo ni salir a la calle. No me siento yo.

¿Dónde te gustaría vivir? Bueno, tú ya no vives en un sitio que sea tu lugar de origen.

Yo, de mayor… quiero vivir en la playa. En una ciudad o pueblo grande cerca del mar. No te digo yo que quiera vivir en un lugar remoto, pero sí cerca del mar. Que tenga una farmacia cerca para ir por las recetas, un mercado, una cafetería para tomarme el café con tostadas. En eso soy «irreductible», no perdono un café con tostadas para desayunar.

¿Qué es lo que menos te gusta de tu físico?

Me gustaría ser un poquito más alta.

¿Cuál es tu olor favorito?

Un olor relacionado con la comida… a pan recién hecho. En cualquier caso, olores que tengan que ver con comida.

¿Cuál es tu palabra favorita?

¿En castellano? Nunca me lo he planteado.

¿Qué disfraz elegirías para Carnaval?

Uy, el de Kill Bill, sin duda, con su katana (que da mucho juego) y encima puedes ir por ahí en zapatillas de deporte.

¿Qué es lo peor que te han dicho nunca?

Lo peor que me han dicho nunca fue… que no me querían. No, no, que a veces viene bien que te digan que no te quieren.

¿Es mejor dar o recibir?

Dar cuando tú recibes

¿Qué les debes a tus padres?

La posibilidad de haber vivido en muchos sitios diferentes.

¿A quién te gustaría pedirle perdón y por qué?

Ahora mismo no tengo a nadie en deuda. Los perdones que tenía que pedir ya los he pedido.

¿Cuál ha sido el beso de tu vida?

Hay un montón, ¿no? –su cara se ilumina como un sol enorme– el que siempre estás deseando tener y llega… hasta que deseas el siguiente y así continuamente.

¿Cuál ha sido tu mayor decepción?

La de una amistad que no ha estado a la altura. Esperar algo de un amigo… y que no te lo dé –rebate mi mal ejemplo de una película frustrante– una mala película es como un mal libro. Los libros malos ni se regalan, se destruyen. Pero… ¿un mal amigo? Es que de una pareja te lo esperas porque ahí se mezcla en el deseo, pero la amistad es algo platónico y… ¿qué haces cuando tu amigo te decepciona?

Si pudieras editar el pasado, ¿qué cambiarías?

Supongo que muchas cosas, dice lacónica. Quitaría todos los momentos malos. Aunque vienen bien. Si no existieran los malos momentos, no sabríamos apreciar los buenos ni tampoco seríamos capaces de reconocerlos. Recuerdo cuando pasé seis meses prostrada en una cama después de un accidente de moto en Sevilla. Y luego vinieron dos años de rehabilitación y de caminar con la ayuda de muletas. Y aún ahí te das cuenta del papel de la familia. Y de mi médico que me recomendaba andar y andar.

Si pudieras viajar en el tiempo, ¿dónde irías?

¿Cuándo o dónde? Me iría al siglo XIX, a finales del XIX, época de muchos cambios sociales, revoluciones. Bueno, digo el XIX porque desconozco las demás épocas.

¿Cuándo has estado más cerca de la muerte?

Cuando el accidente no –abre los ojos como un pez– porque ahí no tuve conciencia de la muerte. No he tenido nunca la sensación de morirme.

 ¿Una sola cosa que mejoraría tu vida?

Un poquito más de dinero. No mucho.

¿Cuál es la lección más importante que te ha enseñado la vida?

Que de los momentos malos siempre se saca algo positivo.

Cuéntanos algo divertido

¿Algo? Hay un montón de cosas divertidas.

Me tengo que ir. Nos despedimos con un abrazo de amigas. Durante el cuestionario sacó varios conejos de la chistera. Una librera fascinante.

Cristina Pineda

Mujeres: Marina SanMartin Pla


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Reconozco que acudo nerviosa a la cita con Marina SanMartin Pla. Es una escritora de recorrido. También trabaja en el departamento de Comunicación de las tiendas Fnac Madrid. Ahí fue donde la conocí, haciendo de maestra de ceremonias de la presentación de una colección.

Marina encaja a la perfección en esta sección del blog de Sílex ediciones. Es una mujer que tiene que compaginar su profesión de periodista con la de escritora, aunque si tiene que hacer sacrificios, los hace, en beneficio de su obra. Eso sí, no piensa dejar a la fallera cósmica. En 2010 se falló el premio al mejor blog que está enlazado en Papeles Perdidos (El País) y ella estaba allí. Le proporciona infinitas satisfacciones.

Comenzamos hablando de su libro, El amor que nos vuelve la foto 1[1]malvados, de la importancia del pronombre relativo de sujeto porque, como afirma la autora, «hay muchas clases de amor».

Siempre lee en voz alta al finalizar el día. Así eres consciente de lo que estás leyendo. Considera fundamental que el texto fluya. Quiere escribir de manera que el lector, tras la lectura, tenga ganas de regalarle su libro a alguien.

Considera que esta novela es un paso más. «Un paso más», recalca.

Tiene una voz de lluvia fina caer en este Madrid de novela primaveral con esquinas rotas (homenaje a mi querido Benedetti). Da gusto escucharla hablar de la comunicación tan fluida que tiene con sus editores, tanto en Eutelequia (La clave está en Turgueniev) como en Principal de los Libros donde ha publicado la novela que durante un tiempo me quitó el sueño.

Ahora ya está pensando en la siguiente. Pero no vayamos tan deprisa. Ahora nos ocupa El amor que nos vuelve malvados, que firmará en la caseta de la Fnac (204 y 205) el viernes 30 de mayo de 19:00 a 21:00 y el domingo 1 de junio en la de Principal de los Libros (285) de 12:00 a 14:00.

Antes de pasar a hacerle el Cuestionario Tippi (el mismo que le formularon a la famosa actriz en The Guardian) hablamos de la luz que persigue a todos los personajes y de sus sombras. Todos los personajes tienen una dualidad. Charlamos de sus miserias y grandezas, de sus traumas.

«En la vida real nuestro trauma viaja con nosotros, por suerte, a lo largo de la vida lo vamos cambiando, pero los personajes de la novela están marcados por un único trauma que los destroza». «Yo no me invento a los personajes», continúa, «no tengo que viajar en el tiempo. Utilizo a «todos»». Y termina: «La vida del autor tiene que ser literaria. En la normalidad hay muchas cosas que brillan».

No dibuja a los personajes antes de escribir la novela. Le gusta sorprenderse mientras escribe. Los personajes secundarios; los consortes, son los verdaderamente importantes. La asistenta es la única que conoce la realidad de Eduardo.

Eduardo es el marido de Sara, aparentemente la protagonista de la obra o, al menos, en torno a la que orbita la trama desde un principio. La mirada de Marina se congela al describir la mirada de Sara viendo pasar el cadáver de Irene Lorán.

Revela que el doctor es un trasunto de un personaje real. El proceso de creación ha sido muy intenso, por eso ya quiere dejar El amor que nos vuelve malvados atrás y sumergirse en otra trama. «Todos los personajes tienen su propia obsesión; cada uno persigue al otro, excepto Eduardo, a quien nadie le persigue». Me quedo pensando en él, un personaje que me fascinó desde el comienzo, a quien el amor le volvió perverso. Un hombre corriente, víctima del amor lacerante.

Incluyes varios géneros en tu libro, utilizas una estructura como de muñecas rusas que me recordó enormemente a una Karen Blixen del siglo XXI. Parece que te sientes cómoda en este registro, ¿te gusta en otras novelas?

Sí, la novela es un puzzle deshecho. Lo que busco en una novela es: uno, mantener el interés del lector y dos, algo fundamental, no defraudar al lector. Por eso dosifica los temas, despierta incógnitas que luego ella tiene que saber resolver; es decir, engancha al lector y luego evita decepcionarlo.

¿Crees en la literatura de género?

Lo cierto es que esa diferencia entre la literatura escrita por hombres o por mujeres ha existido siempre en la literatura. Lo importante es que la mirada sea diferente. Que quien te cuente algo sea capaz de poner la mirada donde nadie la haya puesto antes.

Está claro que el faro guía (Sara) es un personaje femenino como lo fue Eli en La clave está en Turgueniev.

Yo tengo que situar mi mirada al escribir la historia –prosigue– es como si me preguntara: ¿dónde me voy a sentar para contar esta historia? Como en el cine.

Su mirada es azul como debe de ser su mar de Valencia que yo no conozco. Pero más que el azul de sus ojos, destacan sus palabras. Doy fe de que su novela es tan absorbente como sus personajes pero a lo largo de la entrevista lo que hipnotiza es la cadencia melosa de sus palabras. Su discurso se desovilla como las notas de una balada en el Sad Café. Durante hora y media sus respuestas se convierten en la banda sonora de La Vaquería.

¿Cuál es tu novela de referencia?

El mar, el mar de Iris Murdoch. Ella cree en las novelas de trama, como las que construía la autora. La novela actual está sobrevalorada.

¿Crees que se puede hablar de una generación de novelistas como Coradino Vegas, Recaredo Veredas, Elvira Navarro, Lara Moreno… tú?

Sí –aclara– pero todavía no se ha escrito la novela en torno a la que se estructura esa generación. Dice Elvira que para evaluar algo hay que distanciarse. No se sabrá si esa generación es brillante hasta que pase el tiempo. Yo veo que hay un caldo de cultivo, pero hay que demostrarlo. Hay destellos, pero necesito confirmaciones.

Me habla de la novela actual, «por ejemplo, de Eloy Tizón, que es un creador de imágenes y sensaciones complejas. «Si ahora escribiera una novela», confiesa, «sería la primera en comprarla». Insiste en que «son necesarias las novelas de lo cotidiano». Hablamos de Intemperie, de Jesús Carrasco, y de Es un decir, de Jenn Díaz. Los admira a los dos, pero reconoce que no sabe hacer lo que hacen ellos, no se traslada a otro tiempo ni a un espacio diferente al suyo en sus historias. Se pregunta por qué los tiempos vacíos o de calma son menos contables.

¿Qué echas de menos de tu etapa como librera?

Muchas cosas: «Teníamos muchas cosas en común, hacíamos todos juntos, éramos amigos en torno a los libros; es lo que echo de menos, el contacto directo con el libro. Aunque lo sigo teniendo de algún modo a través de las presentaciones.

¿Tiene futuro el ensayo?

Sí, es una consecuencia del libro digital. El libro en papel no va a desaparecer como objeto. Se va a retomar el control del libro. El efecto de leer y de escuchar música son muy diferentes. La cuestión es que se debería publicar menos y trabajar más los libros.

Y ahora vayamos con el Cuestionario Tippi.

la foto 2[1]

¿Cuál es tu primer recuerdo?

Cuando en 3.º de EGB casi me ahogo en la playa y me salvó mi padre, que no sabe nadar, pero bajaba a la playa en ese momento, dio la voz de alarma y me sacaron. Probablemente tenía 8 años, sí.

¿Cuál es el rasgo de tu carácter que más deploras?

La intolerancia. No tengo un solo prejuicio, yo muy poquitas veces llego a ser intolerante, solo cuando quiero hacer algo y no me lo ponen a mi alcance. Bueno, más que intolerante soy impaciente. El otro día, por ejemplo, iba con una amiga, Raquel y como llevaba a su perro no nos dejaron entrar en ningún restaurante. Y yo me impacienté mucho.

¿Cuál es el rasgo que más deploras en el carácter de los demás?

No me gusta la gente que intenta aparentar lo que no es. Probablemente se deba a la inseguridad, pero de entrada no me gusta.

 ¿Qué es lo que más te gusta de tu carácter?

Lo que más me gusta es que no tengo prejuicios. Que soy sociable.

¿Cuál ha sido el momento más embarazoso de tu carrera? ¿Y el más bonito?

No recuerdo un momento personal embarazoso o de malestar profundo. El más bonito… mi carrera es lo más importante, aunque me cuesta decir: «Soy escritora». No es un oficio ni un una rutina, sino que escribo cuando lo necesito. Me encantaría vivir de la literatura pero tiene un peligro muy grande que es escribir lo que no quieres.

¿Cuál es tu posesión más querida?

Una lámpara de cristales de colores con forma de tortuga que me regalaron los reyes. Me pareció horrible entonces y ahora, sin embargo, está en mi mesita de noche. ¡Y ha sobrevivido a todas las mudanzas!

¿Dónde te gustaría vivir?

Tengo la suerte de vivir donde quiero, pero si tuviera que elegir, sería cerca del mar en Valencia o en Castellón.

¿Qué es lo que menos te gusta de tu físico?

Las uñas porque me las muerdo y por eso nunca llevo anillos.

¿Cuál es tu olor favorito?

No me gustan los olores. Me gusta que no huela a nada. El olor de algunos hombres, porque así les reconozco, por su olor.

¿Cuál es tu palabra favorita?

No lo sé. No tengo una palabra favorita, pero soy una defensora de los adverbios acabados en «mente» –afirma, con contundencia–. Una cosa es un relato y otra una novela, claro, pero los adverbios acabados en «mente», sin abusar, te dan una cadencia.

¿Qué disfraz elegirías para Carnaval?

La Reina de Corazones, de Alicia.

¿Qué es lo peor que te han dicho nunca?

Nada, prefiero no decirlo, «prefiero no hacerlo».

¿Es mejor dar o recibir?

Me gusta más recibir, pero disfruto más en la entrega. Pero sí, me encanta recibir: regalos, que me quieran. Son las dos caras de una moneda. No hay una cosa sin la otra. Lo peor es dar sin querer. La caridad impostada no funciona.

¿Qué les debes a tus padres?

Se lo debo todo. A mis padres y a mis hermanos porque creo que me han entendido muy bien, incluso cuando no me han entendido, me han respetado.

¿A quién te gustaría pedirle perdón y por qué?

Ya se lo he pedido… por haberlo utilizado.

¿Cuál ha sido el beso de tu vida?

El beso de mi vida. El último beso de mi vida, recalca, fue en la calle Princesa después de salir del cine. El último que merece la pena recordar –se molesta en enfatizar–. Ha habido otros después, pero no han sido como ese.

¿Cuál ha sido tu mayor decepción?

Nunca he tenido una gran decepción y si la ha habido, afortunadamente siempre me he repuesto.

Si pudieras editar el pasado, ¿qué cambiarías?

Me lanzaría a la piscina que es lo que voy a hacer a partir de ahora en general.

Si pudieras viajar en el tiempo, ¿dónde irías?

Creo que iría al Hollywood de los cincuenta o los sesenta o, si no –contesta sin vacilar– a la época de Miguel Ángel.

¿Cuándo has estado más cerca de la muerte?

Cuando casi me ahogo. Bueno, y hace medio año, cuando un señor que pesaba casi 200 kilos se cayó por las escaleras mecánicas del metro. Formó un gran tapón. Todos los demás viajeros se caían encima de él y podría haber pasado algo serio. Menos mal que me rescató un amigo.

¿Una sola cosa que mejoraría tu vida?

La parte sentimental. La resolvería de una vez.

¿Cuál es la lección más importante que te ha enseñado la vida?

Que nada es definitivo. Por muy hundido que puedas estar, las cosas se pasan. Todo pasa. (Aclaro que lo dice sin un ápice de melancolía, soy yo la que me pongo amarga.)

Cuéntanos algo divertido.

Después de esta entrevista tan intensa… me resulta difícil.

Y nos emplazamos para la siguiente novela. Deseo que sea pronto para volver a navegar por el azul de sus palabras.

 Cristina Pineda

Mujeres: Lola Larumbe

Con Lola Larumbe inauguramos esta nueva sección de entrevistas a libreras. Luego quizá continuemos con los libreros. No son tantas mujeres al borde del timón, pero sí necesarias en esta profesión que busca sinergias con nosotros, los editores; no solo ahora, en tiempos convulsos, sino desde siempre. Ellos son los que dan visibilidad a nuestros libros. No son unos meros intermediarios. Son prescriptores y nuestros mejores psicólogos y también nos curan el alma y las heridas. Y las mujeres tienen una sensibilidad especial. Además, Lola es bellísima.

Yo no soy periodista y esto es una injerencia o, más bien, una simple ocurrencia o divertimento. Surgió de la lectura de una entrevista a Tippi Heddren publicada en The Guardian.

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Lola Larumbe es una mujer hermosa, como Tippi. Más joven, pero con el mismo brillo en los ojos y con la solera que imprimen los años de profesión. No sé cómo sería hablar con Tippi Heddren, pero hacerlo con Lola fue un verdadero placer. Lástima que no fuera una entrevista al uso porque la falta de tiempo dificulta los encuentros. Charlamos por teléfono. Me atendió con una amabilidad y una dulzura inusitadas. Me produjo calma y sosiego que es lo que uno halla cuando se adentra en Alberti, su librería (esta vez no tuve esa suerte pero es una de mis casas favoritas). Su voz es pausada y mágica.

Superé mi pudor y arrobo al desgranarle las preguntas, pero lo hice por el bien de estas siete calas en Sílex y por el mío propio. Ya no digo más de Lola personaje u objeto de entrevista porque se reveló tal cual es en estas líneas y, además, desveló pasajes de su historia y algunos trazos de inseguridad que la igualan al común de los mortales. En realidad, es una especie de Cleodora, una de las proféticas Trías, las ninfas que adivinaban el futuro, pero no lanzaba guijarros para adivinar el futuro, sino consejos y lo que adivina no es lo que va a ocurrir, sino los gustos del lector, por quien se desvive. Por el lector, por su librería.

Le advierto de que las primeras 4 preguntas las formulo yo, que las de Tippi vienen después y le insisto en que puede contestar lo que quiera e ignorar las preguntas personales, ya que las preguntas son un poco osadas. Pero es una librera valiente, honesta.

Te lo habrán preguntado mil veces, pero ¿cómo surge que Alberti os ceda su firma para que lo utilicéis para la librería?

En realidad se lo cedió a la persona que montó la librería, en el 75, Enrique Lagunero, que tenía mucha relación con él. Quería montar una librería moderna, nueva. Era una época distinta, antes de la muerte de Franco.

Tu librería está revitalizando la actividad cultural de la zona. ¿Crees que es gracias a las presentaciones de libros? ¿Cómo afecta a las ventas de libros?

Esta librería siempre ha tenido relación con el barrio y la ciudad. Todo gira en torno a una idea. Los Encuentros en Alberti no incluyen solo presentaciones. Desde el 2001 la idea era hacer una programación compatible con la idiosincrasia de la librería. Nosotros no presentamos todo tipo de libros. Los temas, los libros tienen que ser afines a la idea de la librería.

Suelen ser días mejores ahora. Entra más gente, pero está desproporcionado el esfuerzo, se paraliza el horario de la librería… dejamos nuestras tareas y cerramos más tarde pero, claro, ganamos intangibles como la imagen.

¿Has oído alguna vez algún comentario curioso a algún cliente-lector?

La gente es muy peculiar. Personas curiosas, interesadas, diferentes. La pregunta más divertida es si me he leído todos todos los libros.

¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?

El contacto físico con el libro. Esos libros distintos. Me gusta la sorpresa de encontrar un libro que tenía olvidado. Me gusta el contacto con la gente que lee, compartir lecturas, intercambiar gustos: la gente que vuelve y te dice que le ha gustado. Te alimenta mucho.

¿Cuál es tu primer recuerdo?

Mi primer recuerdo es desde fuera, cuando no era librera. La primera vez que vi los escaparates. Pasé por casualidad, no tenía ni idea que iba a ser librera. Me acuerdo perfectamente: era un libro de Mafalda para una amiga. Yo tenía 17 años, recuerdo muy bien ese momento. No sabía que a los 19 años ya iba a estar tan vinculada a la librería.

¿Cuál es el rasgo de tu carácter que más deploras?

La inseguridad… y te lo digo desde la inseguridad.

¿Cuál es el rasgo que más deploras en el carácter de los demás?

Me molesta la gente que no se compromete. No quiere decir que yo sea una persona comprometida. Como me gustaría serlo, es un rasgo que no me gusta en los demás.

¿Cuál ha sido el momento más embarazoso de tu carrera? ¿Y el más bonito?

El más bonito. Lo mejor son los amigos que he podido hacer gracias a la librería. Por ejemplo, mi amistad con José Luis Sampedro a quien, a lo mejor no habría conocido nunca. Los amigos que se han ido tienen mucha presencia. Tomás Segovia, Luis Ángel Rojo, como personas conocidas. Lo más bonito, sí, son los grandes amigos que haces en la librería.

Momento embarazoso… más que eso, recuerdo momentos de desánimo. En general, la gente te tiene en consideración. La librería te envuelve, te protege.

No recuerdo nada desagradable, quizá algún comentario inconveniente en alguna presentación. Y ni siquiera.

¿Cuál es tu posesión más querida?

Ja, ja, ja. Aquí seguro que Tippi Heddren dijo que un bolso de Hermés. No, no soy fetichista, mejor tengo afectos a cosas absurdas y sin valor. Ah sí, a los libros de bolsillo de Alianza, los libros de Alianza llenos de hojas amarillentas, pero me gusta entrar y verlos. Mi mejor posesión es, sin duda, la librería.

 ¿Dónde te gustaría vivir?

En un pueblecito al borde del mar en Mallorca.

 ¿Qué es lo que menos te gusta de tu físico?

Tengo unos pies horribles. Bueno, tengo muchas cosas horribles —aclara y se ríe.

 ¿Cuál es tu olor favorito?

La lavanda —contesta, sin dudar un segundo.

 ¿Cuál es tu palabra favorita?

Leer

¿Qué disfraz elegirías para Carnaval?

Nunca me he disfrazado de nada, pero lo tengo muy claro. Siempre me hubiera gustado disfrazarme de Cat Woman.

¿Qué es lo peor que te han dicho nunca?

Me han dicho cosas horribles. Pero, bueno, recuerdo el comentario de un amigo, que me dijo una vez que lo que hacía no servía para nada.

¿Es mejor dar o recibir?

Dar

¿Qué les debes a tus padres?

El sentido común.

¿A quién te gustaría pedirle perdón y por qué?

No sé…

¿Cuál ha sido el beso de tu vida?

A los 16. Estaba muy oscuro. Ja, ja, ja, no sabría qué o a quién.

¿Cuál ha sido tu mayor decepción?

No tengo gran decepción. Creo que he tenido bastante suerte en general. Quizá pequeñas decepciones pequeñas, un sumatorio. Mal que se siente agraviado frente a otros pero no hay una gran decepción

Si pudieras editar el pasado, ¿qué cambiarías?

No sé qué cambiaría. Quitaría haberme casado muy pronto, quizá.

Si pudieras viajar en el tiempo, ¿dónde irías?

Me iría al Renacimiento. ¿No? Ja, ja. Sería una dama veneciana al lado de un canal.

¿Cuándo has estado más cerca de la muerte?

Yo siempre he tenido buena salud. Aunque no he sido consciente. He hecho vuelos sin motor, cosas arriesgadas, pero nunca me ha pasado nada.

¿Una sola cosa que mejoraría tu vida?

Ser más tranquila, menos inquieta, menos competitiva, que me molestaran menos los comentarios de los demás.

¿Cuál es la lección más importante que te ha enseñado la vida?

La modestia, eso me lo enseñaron mis padres: muy importante para ser feliz, para vivir en paz. Lo cual no quiere decir que yo lo haga. Pero es una gran lección.

Recomiéndanos un libro divertido.

Humm. Ya está: Vida e insólitas aventuras del soldado Iván Chonkin, cuenta las desventuras de un soldado en la década de los cincuenta a quien le toca defender un avión alemán que se ha colado en una granja. Absurdo, completamente genial.

Esto último lo comenta apasionada. Ya tengo ganas de visitarla en la librería, ver los libros de Sílex y comprobar de quién están acompañados esta vez, y comprarme algunas novelas que ella me sugiera. Iré para que me envuelva su librería y me proteja. De las inclemencias de la edición. De las de la vida.

Cristina Pineda

3 respuestas a Mujeres

  1. Assumpta dijo:

    Acabo de descubrir esta sección «Mujeres» y me gusta.
    Os propongo que entrevisteis a Gemma Barrufet de la libreria A peu de Pàgina, en Barcelona

  2. Pingback: QueLibro de Cervantes. No ¿Qué Libro? | cambiando de tercio

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